domingo, 30 de agosto de 2015

Parque Nacional de Andasibe-Mantadia



Andasibe, Madagascar

Hace mucho frío en Antananarivo (Tana para los amigos). El termómetro marca 12ºC, lo cual, viniendo de la ola de calor de este mes de Julio en Barcelona, es de agradecer…bueno, hasta cierto punto.



En el hotel de Tana, el día amanece despejado, con humedales frente a la terraza y con el skyline de la ciudad de fondo. Pero esa idílica estampa se transmuta rápidamente en otra mucho más cruda al mirar por la ventana del van que nos lleva hasta el parque nacional de Andasibe-Mantadia, 150 km al este de la ciudad. Aquellos pocos edificios que se veían a lo lejos desde el fantástico hotel, han estado ahora substituidos por casas rudimentarias y sencillas, repletas de niños descalzos que se protegen del frío, en calles llenas de gente que va y viene, en mercados sucios y caóticos. Y es que, nos dice el chófer, Madagascar es uno de los países más pobres del mundo, con un 70% de la población que sobrevive con menos de 2 euros al día. Un país de gente pobre, pero riquísimo en recursos naturales, un país donde crece cualquier semilla, abundan los minerales y las piedras preciosas, hay petróleo, etc… pero que, como en tantas otras partes de este injusto planeta, todo acaba en los bolsillos de solo unos cuantos.

En fin, tras una hora y media de trayecto llegamos a una especie de parque temático de la naturaleza, la reserva de Peyreras, en donde contemplamos nuestros primeros lémures y camaleones.

Los lémures son primates que llegaron a Madagascar accidentalmente desde Africa (seguramente subidos en un tronco a la deriva) hace unos pocos millones de años. Aquí se diversificaron en un centenar de especies, y hoy forman parte de los pocos mamíferos endémicos de la zona. 
En Peyreras, un sifaka de Coquerel, un lémur "más o menos" asilvestrado aquí en esta reserva, acude a comer trozos de coco que gentilmente han colocado los guardas:



Los camaleones, en cambio, seguramente ya estaban aquí cuando la isla se separó del continente. Son unos seres curiosísimos, tanto de aspecto como de comportamiento: eso de que cada ojo vaya por su lado nunca ha dejado de sorprenderme. 
Ah, y el cambio de color no es para camuflarse sino para expresar cambios de humor.





Pero hay más: desde un sapo más parecido a un tomate extraterrestre que a un batracio...



Hasta geckos tan bien camuflados que uno no sabe donde acaba el gecko y donde empieza la hojarasca




Realmente este es un mundo aparte!

No hay comentarios:

Publicar un comentario