miércoles, 25 de enero de 2012

Isla de Sal, el Cabo Verde de plástico

Santa María, Ilha do Sal, Cabo Verde. Hasta hace unos años Sal era la única isla del país con aeropuerto internacional, con lo que muchos turistas llegaban y se iban del país sin ver ninguna de las otras 8 islas y con una imagen muy limitada de Cabo Verde. Mejor dicho: una imagen totalmente falsa de esta tierra.

Ilha do Sal, en poco tiempo, se convirtió en una especie de “pasto para las llamas” para inversores italianos y españoles ansiosos de hacer dinero rápido y fácil. ¡Y vaya si lo hicieron! En la última década y media, Sal ha pasado de ser un lugar tranquilo, pobre y seco, a uno de los destinos preferidos del ciudadano europeo, ansioso en invierno de buena temperatura, playas de arena blanca, exotismo, y relativa cercanía.

Resultado: hoy en día Sal es una auténtica aberración turística, con cientos de hoteles y miles de camas, repleto de inmigrantes de Senegal, Ghana, Nigeria y Costa de Marfil que ven aquí una salida económica a sus vidas, que te acosan sin parar por la calle intentando vender sus productos y “sus servicios”. No son mala gente, ¡pero os aseguro que llegan a cansar!

Entonces ¿qué hago aquí? Resulta que la compañía aérea caboverdiana (TACV) tiene un vuelo directo Barcelona-Sal (con escala técnica en Madrid) todos los lunes del 9 de Enero al 19 de Marzo (según me dijo la señorita de facturación). No es la única manera de llegar al país, pero sí la más conveniente y barata desde Barcelona o Madrid. Pero si uno quiere evitar pasar por Sal, hoy en día hay vuelos vía Lisboa a Praia y, más recientemente, a Mindelo.



Y héteme aquí, rodeado de turistas que creen haber conocido Cabo Verde tras una semana en Sal. Ahí están, en grupos (a veces muy numerosos, como en la foto) con sus pulseras identificativas de color (no se vayan a perder y acaben en la olla de un caníbal), charlando con nigerianos y ghaneses, comprando sus máscaras y jirafas que nada tienen que ver con Cabo Verde, y bebiendo por la noche en los pubs y discos que tanto abundan en el pueblo de Santa Maria y en los que, por cierto, no suena la maravillosa música del país sino el reggae o Bob Dylan. Por la mañana se quedan tumbados en su hotel, leyendo una novela que, lógicamente, tampoco tiene nada que ver con Cabo Verde.

Bueno...qué le vamos a hacer. Dos noches aquí y el resto en el país de verdad.

Por cierto, ¿quién inventó el uniforme de turista? Realmente, no hay manera más eficaz de destruir un paisaje.

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