miércoles, 25 de enero de 2012

Santa Maria do Sal

Santa Maria, Ilha do Sal, Cabo Verde. El pueblo de Santa María de Sal conserva un cierto encanto a pesar de la presión turística. En una de sus múltiples casas coloreadas, a lo estilo colonial portugués, vive la señora Mercedes, una encantadora abuela de 72 años que conozco desde hace tiempo. La pobre anciana sufre mucho de sus piernas, llenas de llagas provocadas por la flevitis que le producen mucho dolor. Aún así, siempre tiene unas palabras agradables cada vez que la veo. Yo creo que su mejor medicina son sus tres nietas, tres niñas a las que les encanta posar cual artistas de Hollywood.

Durante la mañana, la fuente pública del pueblo es un lugar muy concurrido. Todos van a buscar el agua potable del día, desalinizada en una gran central en el norte de la isla. Resulta impresionante ver cómo niños y niñas todavía muy jóvenes cargan con kilos y kilos de agua hasta sus casas. Cerca siempre hay un futbolín, quizás para hacerles la vida un poco más agradable.



Al atardecer, el malecón es un excelente lugar para pasar el rato e intentar sacar alguna buena foto. Siempre ocurren cosas. Los pescadores rascan las escamas de su botín, los jóvenes se tiran al agua con saltos acrobáticos, otros pescan, otros se deslizan con una tabla de madera sobre las olas de la playa, o, en un momento dado, de repente uno se encuentra con un regimiento de militares que vuelve a su barco. En cada ocasión ocurren cosas diferentes, por lo que nunca dejo de acercarme a curiosear.




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