Diego Suárez, Madagascar
Hoy de buena mañana emprendemos vuelo desde la capital hasta la punta norte de la isla, desde donde descenderemos en coche hasta Nosy Be en los próximos días. El vuelo tiene lugar con Air Madagascar, la compañía aérea local cuyas huelgas recientes han hundido el turismo del país. Efectivamente, la incertidumbre de si "mañana va a salir mi vuelo o no" han hecho que una gran mayoría de turistas hayan optado por no pasar sus vacaciones en este país en favor de otros donde puedan programar sus desplazamientos con seguridad. La hora de salida del vuelo de hoy, por ejemplo, no la supimos hasta las 21h de ayer. Y eso es así SIEMPRE para todo vuelo interno.
Diego Suárez (Antsiranana en malgache) es una ciudad colonial situada en una gran bahía comparable en tamaño y belleza a las de Río de Janeiro o la de Sydney (bueno... al menos eso dicen por aquí), con su "pan de azúcar" incluido, para ellos un lugar sagrado donde todavía se celebran ceremonias tradicionales. A mí me recuerda a un gigantesco panallet de coco de los que hacía mi madre per Tots Sants.
Nos distribuimos en los 4x4 y nos adentramos por los caminos polvorientos que nos llevarán a las Trois Baies (tres bahías). La primera parada tiene lugar cerca del pueblecito de Ramena, en el faro de Cap Mine, junto a la fortificación abandonada de Orangea. Es la entrada a la gran bahía que fue un punto militar estratégico durante la 2ª Guerra Mundial. El 5 de mayo de 1942 acogió a 13.000 soldados, con tanques y artillería, más de 40 barcos de guerra y 100 cazas: los británicos se habían propuesto tomar la bahía a los franceses en la operación Ironclad como primer paso hacia la ocupación de toda la isla.
No lo consiguieron y hoy, aquí fuera se divisa otro panorama: una gran laguna verde de nombre Mer Emeraude, en calma pero azotada por un fuerte viento.
Al cabo de poco llegamos a una playa de arena blanca en donde improvisamos un picnic. Los niños juegan con las olas en una estampa que exhala felicidad.
Este debe ser un lugar de parada obligada para los que visitan la zona a juzgar por los tendederos de pareos y los atuendos de las chicas.
Algo muy habitual en esta tierra es la peluquería local: las mujeres pasan una buena parte de su tiempo peinándose unas a otras.
Nuestro recorrido prosigue por las Trois Baies al este de la Gran Bahía: la bahía de Sakalava, la de las Palomas y la de de las Dunas. Sopla el viento y los windsurfistas lo aprovechan. Los niños, en cambio, pasan el rato con lo poco que tienen.
Al cabo de poco llegamos a una playa de arena blanca en donde improvisamos un picnic. Los niños juegan con las olas en una estampa que exhala felicidad.
Este debe ser un lugar de parada obligada para los que visitan la zona a juzgar por los tendederos de pareos y los atuendos de las chicas.
Algo muy habitual en esta tierra es la peluquería local: las mujeres pasan una buena parte de su tiempo peinándose unas a otras.
Nuestro recorrido prosigue por las Trois Baies al este de la Gran Bahía: la bahía de Sakalava, la de las Palomas y la de de las Dunas. Sopla el viento y los windsurfistas lo aprovechan. Los niños, en cambio, pasan el rato con lo poco que tienen.
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