Morondava, Madagascar
Acabamos de comer y nos hemos despedido del presidente de la república, que está comiendo con su séquito en la mesa de al lado. Y es que la estrella de hoy no es la visita sorpresa de la amable autoridad sino los baobabs de Morondava, así que nos subimos a los 4x4 y emprendemos rumbo hacia l'allée des baobabs.
Tras media hora de trayecto por la transitada calle principal de Morondava, un giro a la izquierda nos sitúa sobre un camino estrecho y polvoriento. Al cabo de poco comienzan a aparecer los primeros ejemplares de Adansonia grandidieri.
Son árboles milenarios, de hasta 30m de altura y 3m de diámetro, con una copa muy ramificada que recuerda a las estructuras fractales. Uno a uno, o en grupos, los baobabs van sucediéndose a lo largo del camino, regalándonos innumerables postales que intento plasmar con la fotografía.
Las estampas son de lo más bello que recuerdo. Quizás porque tengo grabada esa imagen desde pequeño, cuando la descubrí en los cromos, o en el National Geographic, y ahora por fin la veo en la realidad. No sé, sea lo que sea, esto es como sacado de otro planeta.
Llega la hora del sol bajo y la cosa se pone todavía más interesante.
Este es posiblemente el lugar más emblemático del país, así que no es sorprendente que se acumule cierto número de visitantes a última hora del día (además hoy es sábado). Aún así, tengo que decir que por ser lo popular que es, hay poco turista. Más bien diría que la mayoría de los que por aquí transitan son malgaches, que con sus carros tirados por cebús, trajinan mercancía entre los pueblos dispersos de la región.
Este es posiblemente el lugar más emblemático del país, así que no es sorprendente que se acumule cierto número de visitantes a última hora del día (además hoy es sábado). Aún así, tengo que decir que por ser lo popular que es, hay poco turista. Más bien diría que la mayoría de los que por aquí transitan son malgaches, que con sus carros tirados por cebús, trajinan mercancía entre los pueblos dispersos de la región.
Que bueno volverte a "mirar" y leer, y en un lugar tan especial como Madagascar.
ResponderEliminarDesde bien pequeño me parecieron los Baobabs como árboles plantados al revés, por su copa, con las raices al aire.
Un saludo.