sábado, 28 de abril de 2012

Praslin y el coco de mer

Praslin, Seychelles. Esta mañana cojo el pequeño ferry que en media hora me transporta de La Digue hasta Praslin, la isla vecina de 12 km de largo y 5 km de ancho, segunda en tamaño del país. La mayoría de sus 8.000 habitantes viven hoy del turismo.

Praslin esconde uno de esos raros tesoros de nuestro planeta: la palmera coco de mer. Se trata de una palmera endémica de la isla, envuelta en mitos y leyendas fundados en la provocativa forma de su fruto, el coco de mer, así como de las formas sugestivas de las estructuras masculinas y femeninas del árbol.

Antes de que los europeos llegasen a estas islas en el siglo XVIII, en las playas de India y Sri Lanka aparecían de vez en cuando unos cocos con forma de pelvis femenina. Los reyes y guerreros indios les atribuyeron poderes especiales así como propiedades afrodisíacas y curativas. Pero nadie conocía su procedencia, hasta que en 1768 la expedición de Marrion Dufresne llevó un ejemplar a Mauricio, y allí un botánico profesional lo identificó como el famoso coco de mer que tantas pasiones levantaba en la India. La verdad es que su forma es de lo más sugerente...¿o no?
En el interior de Praslin todavía existe un bosque virgen de 20 hectáreas donde 4.000 ejemplares de esta original palmera, y de otras 5 especies endémicas, cohabitan como lo han venido haciendo desde tiempos remotos. Se trata de la Vallée de Mai, parque nacional y patrimonio mundial de la Unesco desde 1983.
El coco de mer es una palmera dioica, es decir, que cuenta con individuos machos y hembras. La palmera macho, que puede alcanzar los 30 m, es más alta que la hembra. La hembra produce el famoso coco que puede llegar a pesar hasta 20 kg, lo que la hace la semilla más pesada del reino vegetal. El amento (o espiga) del macho es gordo como un brazo humano y mide medio metro. Muestra pequeñas flores amarillas enganchadas.
La inflorescencia femenina tiene de 5 a 13 flores cubiertas de duras brácteas zigzagueantes.
Los ejemplares jóvenes muestran hojas enormes que emergen directamente del suelo, sin tronco, y que llegan a medir 14 m. El tronco no aparece hasta que la planta tiene 15 años de edad. A los 40 años alcanzará la madurez y vivirá de 200 a 400 años más.

Cuentan en la isla que la noches de luna llena, las hojas de los machos cubren las de las hembras y les hacen el amor. Si uno tiene la surte, o la desgracia, de presenciar el acto, automáticamente el valle lo convierte en un loro negro. Por eso nadie ha podido contarlo todavía. Curiosamente pude observar varios ejemplares del rarísimo loro negro de las Seychelles revoloteando por el lugar.

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