sábado, 20 de julio de 2013

Moorea: tour de l'île

Moorea, Polinesia Francesa. Dada su proximidad a Tahiti y su impresionante geografía, la isla de Moorea está incluida en la mayoría de los packs de los turistas que visitan Polinesia Francesa. Apodada isla mágica por sus atributos, Moorea dispone de una amplia oferta hotelera, playas de arena blanca, montañas sobrecogedoras, y una gran variedad de actividades náuticas y terrestres. Además, muchos franceses afincados en Polinesia la han elegido como lugar de residencia dada su proximidad a Papeete (media hora de ferry).


La mejor manera de verla es apuntándote a uno de los numerosos tours terrestres que ofrecen las agencias. Pero todavía mejor es descubrirla por sí solo, a tu aire. Así que busco una compañía barata de coches de alquiler (huyendo siempre de las clásicas y caras AVIS o Rentacar) y encuentro una que no está nada mal: Albert. El coche que me dan está un poco hecho polvo, pero total ¿para qué quiero un coche nuevo?


Lo primero que me encuentro es una impresionante higuera baniana, con un entresijo de raíces que parecen invadirlo todo.


Prosigo mi recorrido por la zona norte, bordeando la costa hasta la bahía de Opunohu (Moorea tiene dos grandes y únicas bahías que le dan esa forma original de épsilon vuelta hacia arriba). Desde allí parte la única carretera interior de la isla, que transcurre por el valle de Opunohu, poblado de vacas y acacias, con el espectacular pico del Mouaroa de telón de fondo.

La carretera sube y sube hasta llegar al Belvedère. Es pronto por la mañana y no han llegado los turistas todavía. Desde este lugar predilecto se divisan las dos bahías, la de Cook a la derecha y la de Opunohu a la izquierda, con el monte Rotui (899 m) en medio.

Retomo la carretera cuesta abajo, y al cabo de unos quilómetros giro a la derecha por la denominada routes des ananás (camino de las piñas), un camino sin asfaltar que transcurre por el interior a través de plantaciones de piñas hasta la bahía de Cook.


Desde la bahía de Cook se aprecia una vista del Mouaroa que me recuerda a los libros de aventuras y piratas de cuando era crío.

Sigo por la costa hacia el oeste, paso el golf y el aeropuerto y llego hasta el point-vue To'atea desde donde se divisa las instalaciones del hotel Sofitel y la isla de Tahiti al fondo.

Por la tarde regreso por la ruta costera hacia el hotel. Hago un alto en el pequeño puerto de Papetoai, con su iglesia redonda.

Camino de vuelta el sol ha comenzado a bajar y está dejando unas estampas de ensueño.

Una vez en el hotel, los tonos rojizos han alcanzado su máxima expresión. Ya sé que las puestas de sol son todo un clásico postalero, pero es que aquí no hay quien se resista a fotografiarlas.



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