Formentera, Islas Baleares. A medio camino entre Sant Francesc y el Cap de Berbería sale una carretera que lleva a Cala Saona, en la costa oeste de la isla. Aunque no se puede decir que sea la cala más solitaria de Formentera, sí que hay que reconocer que ha sabido mantener el encanto.
Desde allí se divisan los acantilados de la costa de poniente, con la torre de Sa Gavina al fondo.
En el otro lado de la isla, en la costa este, uno se encuentra con numerosos rampas rústicas hechas de madera que sirven para subir las barcas hasta las cuevas a modo de hangares naturales, como estas en Cala en Baster.
A lo largo de esta costa se extiende un morro de piedra arenisca que la erosión ha transformado en caprichosas formas dendríticas y colores sanguinolentos.
Al final, la costa topa con los impresionantes acantilados de La Mola, donde el agua cobra una tonalidad verdosa de increíble belleza.
Desde allí se divisan los acantilados de la costa de poniente, con la torre de Sa Gavina al fondo.
En el otro lado de la isla, en la costa este, uno se encuentra con numerosos rampas rústicas hechas de madera que sirven para subir las barcas hasta las cuevas a modo de hangares naturales, como estas en Cala en Baster.
A lo largo de esta costa se extiende un morro de piedra arenisca que la erosión ha transformado en caprichosas formas dendríticas y colores sanguinolentos.
Al final, la costa topa con los impresionantes acantilados de La Mola, donde el agua cobra una tonalidad verdosa de increíble belleza.
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