lunes, 12 de agosto de 2013

Raiatea, la isla sagrada

Raiatea, Polinesia Francesa. Hoy toca excursión terrestre por la isla de Raiatea, apodada isla sagrada por ser el antiguo centro del culto polinésico. François, un francés afincado en Uturoa desde hace 20 años, nos propone el tour-de-l'île en su van. Comenzamos por una granja agrícola ecológica, con una plantación de vainilla cuyo producto ha ganado este año el primer premio en la feria de París:

El encargado nos muestra orgulloso sus vainas, cuyo aroma se percibe a distancia.





La obtención de la vainilla es el resultado de un proceso largo y tedioso. Por de pronto, la polinización debe realizarse manualmente, flor por flor.
Resulta que la planta procede originalmente de Méjico, y solo allí vive la única especie de abeja que puede polinizarla de un modo natural. Cosas del Darwinismo. Muy naivamente, los franceses trajeron la avispa amarilla de la Reunión pensando que ella podría contribuir a esta tarea. Resultó que no solo no polinizó la vainilla sino que además hoy esa avispa es una plaga en toda Polinesia.

Además las vainas deben dejarse al sol durante el día (ennegrecimiento) y envolverlas en un trapo por la noche (sudado) durante dos semanas. A continuación hay que dejarlas secar varios meses. Hoy las vainillas de Raiatea y Taha son las más preciadas por los mejores chefs de todo el mundo. Su precio es superado solo por el del azafrán.

Su pariente, la vainilla Bourbon de la Reunión y Madagascar (derecha en la foto) contiene mucha más vainilina, pero carece de toda la variedad de anisil-derivados de la tahitiana, con lo que resulta menos aromática.

Todavía con el aroma de la vainilla en nuestras pituitarias, proseguimos la vuelta a la isla dirección sur, donde se halla el fantástico complejo de culto de Taputapuatea. Aquí se encuentran los maraes más grandes de toda la Polinesia.


El lugar está envuelto de un aire de misterio ¿Cuántos sacrificios humanos para complacer a los dioses habrán visto estas piedras?

Más adelante François hace un alto en un lugar con una excelente vista. Todos bajamos a hacer la foto de turno.

En el trayecto, de repente me llama la atención una palmera de aspecto extraño. Le pregunto a François qué es. Me dice que es el repetidor de internet de la isla. ¡Qué original! En lugar de construir la clásica antena fría y fea, a alguien se le ocurrió "disfrazarla" de palmera, de modo que conjuntase con el paisaje, ¡genial! Vamos, como Benidorm, pero al revés.

La excursión toca a su fin: tenemos que estar de vuelta en el muelle a mediodía. El Faunotea pone rumbo a un motu vecino que me hace pensar en "Robinson crusoe". Allí, rodeado de inofensivos tiburones punta-negra, comemos un buen tartar de atún como plato principal y un helado de taro de postre.

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