Koufonissia, Cícladas menores, Grecia
Tras un parón de varios meses, retomo mi actividad bloguera en búsqueda y captura de nuevas islas.
En esta ocasión comienzo con un retiro de cuatro días a una de las más calmadas, auténticas, pequeñas y desconocidas islas del Egeo: Pano Koufonisi (abajo en el mapa mal-nombrada como Ano Koufonissi):
Se trata de una de la Cícladas menores, situada al sur de Naxos. Miento al decir lo de “nuevas islas”: ésta, de hecho, la descubrí hace tres años (ver link). Aquello fue un visto-y-no-visto, de apenas medio día. Y ya entonces me dije que este rincón merecía una estancia más prolongada. Así que aquí estoy, dispuesto a saborear la ínsula con calma.
Llegué a Grecia ayer tarde, en un Barcelona-Atenas de Vueling. Un autobús me lleva hasta el Pireo, el puerto de la capital desde donde zarpan la mayoría de los ferries. Me alojo en un hotelito sencillo pero recién renovado, muy recomendable (el Phydias), cerca del puerto. Ya en el bus, y luego paseando por el Pireo, resulta evidente que la crisis griega es mucho, muchísimo más pronunciada y preocupante que la española. Aparte del abandono generalizado en la limpieza y mantenimiento de la ciudad, la mayoría de comercios están cerrados, algunos como si el personal se hubiera ido por piernas en el último momento, dejándolo todo “tal cual”. Los edificios están que se caen, invadidos por una vegetación reseca, los cristales rotos, la pintura colgando en capas... y no estoy hablando de barrios deprimidos sino de toda una ciudad. Para colmo, veo pasar un bus turístico de esos de “Athens city tour” de dos pisos, con solo dos personas. Me viene un pensamiento fatalista a la cabeza: este país no va a recuperarse en décadas, si es que algún día se recupera.
El ferry de Hellenic Sea Ways, el Highspeed 4, me lleva en 5 horas a Koufonisi, previa escala en Paros y Naxos. Realmente se trata de un navío muy rápido, yo diría que va a la velocidad de un coche. Las paradas también son rápidas y expeditivas: se nota que lo han hecho toda la vida.
Con una puntualidad helvética, llegamos a Koufonisi, con sus aguas azul turquesa y paisaje pelado. Es tan pequeña que hasta resulta extraño que el ferry haga escala aquí. Al llegar, la vista del pueblo y la playa no puede ser más relajantes.
Relativamente pocos pasajeros descienden del ferry. Buena señal: aquí se viene a estar tranquilo. En el muelle cada uno se va para su pensión u hotel. Una vez en el mío, mientras espero la habitación, se me presenta el camarero del bar: “my name is Kostas”, me dice con un inglés algo macarrónico. “Encantado”, le respondo en mi lengua para que vea que soy español. “Güelcon míster Cantado”, me contesta educadamente. No puedo contener una carcajada.
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