Apia, Isla Upolu, Samoa. La avioneta de Polynesian Air procedente de Pago Pago aterriza en Ofu un poco más tarde de lo previsto. Hace muy buen tiempo y no hay viento. Perfecto, de lo contrario no podría salir de la isla hasta que amainase.
Despegamos destino Apia, capital de Samoa, con parada en Pago Pago. En Apia intento coger un tercer vuelo hasta la isla de Savai'i donde me proponía comenzar mi estancia en el país pero no hay plaza, así que tengo que hacer noche en la capital.
Samoa independiente, o simplemente Samoa como actualmente se conoce al territorio, se encuentra al oeste de la Samoa Americana. El país lo forman dos islas principales, Savai'i y Upolu, junto con dos islotes situados en el canal que las separa, Apolima y Manono. Todas juntas suman una superficie de 3.000 km2. Savai'i es una isla relativamente grande, con un tamaño parecido al de Fuerteventura. De hecho es una de las de más extensión en toda Polinesia, solo superada por Hawai'i y Nueva Zelanda. El país tiene 182.000 habitantes, de los cuales 40.000 viven en la capital Apia.
Para compensar la inconveniencia de mi fallido enlace aéreo, me autoregalo una noche en el emblemático hotel Aggie Grey, famoso en todo el Pacífico Sur.
Esta tarde recorro tranquilamente el paseo marítimo de Apia, disfrutando de las vistas, los edificios y la puesta de sol. Abajo, el edificio de la sede del gobierno, un impopular regalo de los chinos al país. En el último minuto de su construcción lo ribetearon con un fale (cabaña local) en el techo para darle al menos algo de Fa'a Samoa (identidad samoana).
Abajo, el bonito edificio colonial Amau, hoy supermercado Chan Mow & Co.
La plaza del Reloj en el corazón de la ciudad, con el edificio del Banco Central Samoano a la izquierda.
Al caer la tarde regreso tranquilamente al hotel bordeando el muelle. Una chica, que se ha percatado de mi presencia, pone el toque de color a la instantánea.
El hotel Aggie Grey, donde he decidido pasar al menos una noche, desborda carácter. Constituye todo un sello de la ciudad desde 1930. Sus habitaciones han alojado famosos políticos, artistas y empresarios de todo el mundo. Conserva ese toque colonial británico característico, tanto en su estructura como en la decoración. Los empleados, más de 300, son de lo más agradable. Algunos lucen su lava-lava (falda) y van descalzos. El interior alberga una gran piscina, ideal para calmar el intenso calor que reina en este país.
Esta noche soy el primero en bajar al restaurante. Un grupo de músicos ensayan la actuación.
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