Mangareva, Les Gambier, Polinesia Francesa. En 1834, el padre Honoré Laval y tres misioneros franceses más de la orden Congrégation des Sacrés-Coeurs, desembarcan en las Gambier procedentes de Burdeos. Su misión: evangelizar el archipiélago.
Durante los siglos siguientes a los descubrimientos y las conquistas, los misioneros protestantes y católicos europeos competían por evangelizar todos los rincones de la Polinesia. Los protestantes se adjudicaron las islas de la Sociedad, las Australes y las Tuamotu. Los católicos se quedaron con las Marquesas. Quedaban las Gambier.
Laval y sus acólitos desembarcaron aquí un 7 de agosto de 1834. Fueron bien recibidos por "gente muy dócil”, como él mismo escribía en su libro. En efecto, muy dóciles tenían que ser pues a los 8 días Laval celebraba ya su primera misa, y a los dos años bautizaba a su rey Maputeca, que pasaría a llamarse Rey Gregoire. Laval hizo construir docenas de iglesias por todo el archipiélago, incluso una catedral de 48 m de alto y 18 de ancho: la catedral de Saint-Michel de Rikitea. También fundó conventos, torres de vigía, prisiones, escuelas, etc... En total, varios centenares de edificios (abajo, Catedral de Saint Michel en Rikitea, Mangareva)
Al morir el rey Maputeca (o Gregoire) en 1857, Laval se transforma en el representante oficial francés de las Gambier. Nuestro personaje se propuso hacer de este apartado archipiélago el núcleo católico de la Polinesia. Era autoritario y decidido. Convirtió a todos los habitante de la isla en 7 años. Quiso controlar los aspectos de la vida de los locales, en una especie de sueño de crear el paraíso en la tierra. Como resultado, creó una auténtica teocracia (abajo, ruinas del convento de Rouru en Mangareva)
Antes de la llegada de los misioneros, los mangarevianos habían convivido en la isla durante 11 siglos, aunque no muy pacíficamente: continuamente estaban enzarzados en guerras entre islas. Laval acabó con las acometidas, pero también con todas sus divinidades, que fueron eliminadas, decapitadas y quemadas. Laval supo calmar los ánimos con mano derecha y demagogia. Por ejemplo, mantuvo los cantos en los oficios, algo muy importante para los nativos.
La misión católica transformó radicalmente las Gambier. Laval consiguió poder espiritual e incurrió en la política y economía de sus habitantes. Animó a la gente a cultivar la mandioca y la batata, así como a perfeccionar la industria de la ostra. También creó escuelas y enseñó a tejer. Se consideraba el padre de todos. Tanto, que dictó el modo de peinarse, de vestirse, el uso de perfumes, sombreros, cinturones, colores... Acabó teniendo una autoridad total sobre los mangarevianos y no le importaban las quejas. Todos le obedecían. Llegó a decir que los mangarevianos actuaban como niños dóciles. Quizás los llegó a amar. Era un iluminado. Pasó 36 años con sus mangarevianos, los bautizó y los casó (abajo, iglesia de Nôtre Mère de la Paix en la isla de Akamaru).
A los que no le obedecían, simplemente los excomulgaba. Inventó un código de leyes que transmitió al rey Gregorio. Construyó una prisión para los que no las cumplían, que, por cierto estaba siempre llena.
Laval tomó cura de escribir y conservar todo lo antiguo referente al archipiélago: la genealogía de sus reyes, leyendas, rituales, ceremonias, canciones, música y la lengua mangareviana. Su libro todavía es utilizado por los historiadores de hoy en día.
Tanto poder y tanta fama hicieron saltar las alarmas en Tahiti. Así, en 1871 fue llamado a abandonar Mangareva por el obispo de Papeete, por “sobreprotección de su archipiélago”, aunque de hecho el no tenía intereses económicos. Exclamó “esa es la manera que me pagan por 36 años de trabajo misionero”.
Laval murió en abril de 1880, en Tahiti. Una docena de años después la población había caído en picado, de 2.000 a 500 habitantes, víctimas del alcohol, lepra y tuberculosis ¿consecuencia de su partida?...chi lo sa (abajo torre de vigía en Rikitea)
Hoy los mangarevianos son católicos fervientes consecuencia de la labor de Honoré Laval. No sólo eso: aquí se respira un aire de bondad generalizada fuera de lo normal. Al acabar de cenar, Marie, la chica de la pensión, me propone ir a rezar el rosario con su familia, una propuesta que no me habían hecho en ninguna otra isla. Acepto de buen grado, aunque le confieso que no me acuerdo de cómo iba todo esto. No te preocupes, tu compañía es suficiente -me consuela (abajo, muro con el símbolo de los Sacrés-Coeurs, en la isla de Taravai)
Al final uno no puede evitar preguntarse si el balance global neto de las misiones cristianas fue positivo o negativo: ¿fue Laval dictador o salvador? ¿fue consciente del daño que hizo a la cultura mangareviana? ¿o por el contrario estaba convencido de que obraba bien? ¿cómo se sentía al forzar a los pobres isleños a la dura construcción de cientos de edificios de piedra bajo la amenaza de la excomunión? Ahí os dejo el tema para pensar un poco (abajo, ruinas de la escuela en la isla de Aukena)
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