martes, 7 de agosto de 2012

La colonización del Pacífico: la hazaña marítima más extraordinaria del hombre


Aranui, Polinesia Francesa. En el salón del Aranui tiene lugar una conferencia impartida por una investigadora americana de las culturas polinésicas, la Dra. Carol Ivory, primero en inglés y luego en francés. Nos expone los últimos descubrimientos sobre la colonización de las islas del Pacífico, quizás la hazaña marítima de mayor envergadura que haya logrado el ser humano.

Mucho se ha especulado sobre el origen de los polinésicos. El expedicionario y arqueólogo noruego Thor Eyerdhal sostuvo durante años la teoría de que los pobladores de estas islas eran originales de Sudamérica, basándose en que los vientos alíseos del sur siempre soplan hacia el oeste y en la presencia de la patata en la cultura polinésica, un tubérculo endémico de América. Y creyó haber rematado su teoría navegando desde las costas sudamericanas hasta aquí en una embarcación fabricada con material andino, la Kon Tiki. 


Pero a partir de estudios lingüísticos, pruebas de DNA y del trazo de un tipo de cerámica conocida como lapita (boles, jarras y potes con adornos geométricos muy característicos) la ciencia moderna ha llegado a la conclusión de que el origen de la raza polinésica se sitúa en el sureste asiático, más concretamente, en Taiwan. La patata llegaría más tarde desde Sudamérica mediante el intercambio y contacto con las culturas andinas, que efectivamente tuvo lugar, pero una vez producida la colonización.

Así, a partir del año 4.000 aC esos taiwaneses comienzan a viajar hacia el este en una primera oleada, pasando por Papua Nueva Guinea, Islas Bismarck, Islas Salomón, Vanuatu y Fiji hasta alcanzar Samoa. En esos desplazamientos comparten la cultura lapita con los melanesios que encuentran a su paso. Poco a poco, durante los próximos 3 milenios el triángulo Fiji-Tonga-Samoa se regionaliza y los contactos con el oeste se van haciendo cada vez más escasos. Es en ese período cuando se forja la verdadera cultura polinésica y se constituye el lenguaje proto-polinésico.
Pero los recursos en estas nuevas tierras eran mucho menos abundantes que en las frondosas y productivas Bismarck y Salomón. Además la densidad de población aumentaba alarmantemente. Es por ello que a partir del año 200 aC (como se creía hasta hace muy poco) o 1.050 dC (según estudios más modernos) tiene lugar una segunda oleada originada en la zona Cook-Sociedad-Marquesas, de mucho mayor abasto y riesgo, que acaba colonizando todas las islas comprendidas en el gigantesco triángulo formado por Hawai (1250 dC), Isla de Pascua (fecha precisa desconocida) y Nueva Zelanda (1250 dC).

Las Marquesas fueron descubiertas a occidente por el navegante español Alvaro de Mendaña en 1595, en una expedición cuyo destino final era las Islas Salomón, descubiertas 27 años antes por él mismo. Al tomar tierra, los españoles creyeron haber llegado ya al archipiélago del rey bíblico donde se suponía abundaba el oro y las piedras preciosas, pero pronto se dieron cuenta que ni la gente ni el lugar se correspondían con lo que habían visto anteriormente. 

Un fallo garrafal si tenemos en cuenta que las Salomón, si bien están a la misma latitud que las Marquesas, quedan a más de 7.000 km de distancia. No obstante, hay que decir en favor de nuestros bravos compatriotas que en aquella época la latitud se medía con precisión (por la altura de los astros sobre el horizonte), pero con la longitud los navegantes iban muy despistados porque no había relojes medianamente buenos para medirla. Sea como fuere, la llegada a las Marquesas fue un primer y triste contacto que se saldó con la muerte de 200 indígenas en la bahía de Vaitahu, en la isla de Tahuata, donde desembarcaremos en una semana.

Pero no fuimos sólo los españoles los que trajimos la desgracia a este paraíso perdido en el océano. Los ingleses y franceses se encargaron de transportar aquí otros dramas, como la sífilis y la tuberculosis. Fueron tales los estragos producidos por estas y otras enfermedades que la población original de 100.000 habitantes se vio reducida a tan solo 2.000 personas a principios de siglo XX. Hoy son 9.000 lo marquesanos que viven aquí, y 18.000 los que residen en Tahiti.

Mientras Carol nos cuenta todas estas hazañas en inglés, afuera, el siempre-contento-y-activo animador marquesano Tamarii intenta distraer a los francófonos en este día largo de navegación enseñando cómo hacer un gorro tradicional con hojas de palmera. Se trata de matar el tiempo como sea, aunque nadie nunca piense fabricarse uno en pleno New York, Zurich o Sydney.

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