Rangiroa, Polinesia Francesa. Rangiroa, en las islas Tuamotu, es el atolón más grande de la Polinesia Francesa y el segundo más extenso de todo el planeta, con 80 km de largo, 32 de ancho y más de 200 de perímetro. La superficie de su lagon es de 1.446 km2, más o menos como la isla de Gran Canaria.
Me levanto con las primeras luces del día y salgo a caminar por la única carretera de la isla, disfrutando de la suave caricia de la brisa tuamoteña. Se para la chica que hace las reservas en el Kia Ora, el hotel 5 estrellas de la isla, y me lleva en su coche hasta el muelle de la passe de Tiputa aunque no le pille de paso (aquí la gente es así de amable). Allí cojo el taxi-boat que me traslada a la otra orilla, al pueblo de Tiputa, tras superar una impresionante corriente saliente que parece que esté vaciando el lagon entero. Es como traspasar un río caudaloso.
El marinero del taxi-boat, Hugui, debe ser la persona con más tatuajes en el cuerpo sobre la faz de la tierra. Es increíble observar a este anciano tatuado de la cabeza a los pies, y nunca mejor dicho pues luce marcas desde la cocorota hasta los dedos de los pies. Curiosamente, su cara me recuerda a la de mi abuelo paterno, salvo por el tatuaje, claro.
Al apearme en Tiputa me dirijo al extremo exterior de la passe. Es courant sortante (corriente saliente) y los delfines saltan jugueteando con las olas que forma la fuerte corriente al chocar contra el océano.
Al final llego a un antiguo faro, donde me reciben los ladridos de unos cachorros. Ils ne sont pas mechants! -se oye una voz a lo lejos- ladran pero no muerden. Me doy la vuelta y me encuentro con un hombre descalzo, ayudado de un bastón, algo entrado en edad, con una melena rasta que le llega hasta los tobillos. Es Yannick Taimana, un artesano que vive solo en este lugar apartado. Este faro nunca llegó a funcionar, los franceses colocaron las balizas luminosas justo antes de acabar su construcción -me explica sin que yo pregunte. Yannick sabe quién entra y quién sale del lagon, cuándo llegan los navíos, los yates, los veleros, el Aranui, es como el portero de la isla. Los delfines saltan sólo con la corriente saliente. Una vez, tras una fuerte tormenta, vi cómo la corriente llevaba de todo: casas, cerdos, perros...fue un drama -afirma mirando "su" passe.
Attends! Yannick desaparece y de pronto regresa con dos grandes cocos y un enorme machete de más de medio metro. Con una destreza digna de un maestro, sostiene el coco con la mano izquierda y con la otra le arrea un par de cortes precisos que dejan un pequeño agujero por donde sorber, ¡con tapa incluida! Me lo ofrece amablemente y seguimos charlando.
Es sorprendente que una persona que vive en una casa al final de una passe de un atolón de las Tuamotu, sepa lo que sabía Yannick y lo explique con total claridad y entendimiento, ¿de dónde sacará tanta cultura ese hombre? ¿Vas a Papeete de vez en cuando? -intento adivinar si es allí donde se instruye. Nooo, sólo oír esta palabra ya me pongo nervioso. A mi me gusta estar aquí, pescando, comiendo cocos y frutas, aquí la naturaleza me da todo lo que necesito. ¿Ves este círculo de piedras? -me pregunta señalando un cerco de piedras coralinas sobre el arrecife- lo hice yo para pescar. Cuando sube la marea se llena de peces y al bajar quedan atrapados - afirma riendo. ¿Y vives de la pesca? -indago. Ahora ya no, ahora hago cerámica, ¿quieres ver mi taller? Me lleva a su casa y me enseña una máquina de pulir que le han traído hace poco. Todavía no sé utilizarla muy bien -me comenta sonriendo. Toma, te regalo esta concha de nácar labrada.
Me despido de mi nuevo amigo y aprovecho para dar un ligero paseo por el pueblo de Tiputa, que está muy calmado. Los niños se pasean en bicicleta por la calle de la iglesia.
Cruzo la passe en dirección contraria, esta vez ya con courant rentrante. Resulta impresionante ver como día tras día, cada 6 h, se produce un cambio dramático del flujo del agua: tras la entrada de una cantidad ingente de agua al lagon, le sigue una salida en masa, un vaivén provocado principalmente por las mareas del océano, pero aumentado o suavizado según el oleaje que llena el lagon por los infinitos canales (ho'a) del arrecife. A veces, tras un fuerte oleaje el lagon se llena tanto que la corriente es saliente incluso en marea alta.
En este lado de la passe, unos niños han acudido a merendar un coco y a jugar con las olas. Mesié mesié...foto!
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