jueves, 27 de diciembre de 2012

El beso de despedida

Seymour, Galápagos. Llevamos 10 días en las Galápagos, saltando de isla en isla a bordo del Beluga, y hoy el viaje toca a su fin.

Hemos pasado la noche en Bartolomé y esta mañana hacemos una corta parada en la pequeña isla de Sombrero Chino, al este de Santiago.


El nombre de Sombrero Chino proviene de la forma de la montaña central de la isla.

Tras un corto paseo en tierra, proseguimos nuestro trayecto hasta la isla de Seymour, al norte de Santa Cruz. Aquí, en un campo de palo santos, los machos de una gran colonia reproductora de rabihorcado magnífico (Fregata magnificens) gallardean de sus enormes bolsas carmesí ante sus hembras, algo que debe excitarlas sobremanera.

Mi último adiós es para los piqueros camanay (Sula nebouxii), más conocidos como alcatraces patiazules, que aquí en Seymour tienen una de sus principales colonias reproductoras.

Las Islas Galápagos son uno de los últimos reductos virgen en un planeta maltratado. Un puñado de islas donde la geología, la ecología y la evolución siguen sus ritmos prácticamente inalterados. Qué bello debió ser este planeta cuando todo él era así.

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