Tanna, Vanuatu. Si antes de ayer visité un kastom village más o menos creíble, este de hoy parece sacado de Port Aventura.
Nos recibe un hombre vestido a lo tradicional. Por el olor que desprende se adivina que se acaba de pintar la cara con lápices de cera. El aroma me recuerda a los antiguos "dacs", unas barritas de cera que utilizábamos para colorear en la escuela. Con el sudor y la calor, el tufillo se detecta a 10 metros.
El tipo es auténtico. Le pido que pose delante de un enorme baniano milenario. La verdad es que si uno no sabe que todo esto es un montaje para turistas, la foto da el pego. Repito lo que ya dije en mi anterior post: cuántas fotos debe haber publicadas por ahí en revistas de viajes y geográficas con modelos un tanto plasticosos.
Comienza el paseo, esta vez más tranquilo y sin las "sorpresas" del otro día. Los clanes y las actividades (las performances) se van sucediendo poco a poco. Una de las más interesantes, y que yo nunca había presenciado en directo, es la fabricación de fuego a partir del rozamiento madera con madera.
Otra consiste en lanzar jabalinas. Más allá, un hombre tira flechas con arco.
Un poco más adelante, cuatro niños cantan una canción, luciendo motivos que parecen sacados de un "todo a cien" chino. Pero bueno, qué más da, les queda bien y a ellos les gusta que les hagan fotos, y a mí me encanta tirarlas. Todos contentos. No serán verdaderos habitantes de la jungla, pero desde luego son auténticos Ni-Vanuatus. Y sobretodo, mi visita contribuye a que vivan más dignamente que sus antepasados. Así que tampoco hay que buscarle los tres pies al gato a todo este asunto.
Finalmente nos llevan a un lugar abierto rodeado de banianos gigantes. Allí se encuentran los ancianos del grupo que nos ofrecen un baile la mar de simpático que me recuerda más bien al corro de la patata.
De vuelta al bungalow, me paro a pensar sobre todo lo que he visto hoy. En Vanuatu no hay industria ni grandes universidades. Sin embargo el país posee grandes recursos naturales: playas, volcanes, junglas, arrecifes, fauna marina...un entorno, en definitiva, ideal para atraer a los que sí tienen industria y universidades, pero que de vez en cuando buscan, precisamente, olvidarlas. Vanuatu ofrece lo que el turista quiere: algo que a la vez sea muy diferente y asegure un mínimo de confort. Al local, quizás le toque de vez en cuando hacer alguno de esos teatrillos, pero...y nosotros los occidentales, ¿no somos acaso también los grandes actores de nuestra sociedad?
Nos recibe un hombre vestido a lo tradicional. Por el olor que desprende se adivina que se acaba de pintar la cara con lápices de cera. El aroma me recuerda a los antiguos "dacs", unas barritas de cera que utilizábamos para colorear en la escuela. Con el sudor y la calor, el tufillo se detecta a 10 metros.
El tipo es auténtico. Le pido que pose delante de un enorme baniano milenario. La verdad es que si uno no sabe que todo esto es un montaje para turistas, la foto da el pego. Repito lo que ya dije en mi anterior post: cuántas fotos debe haber publicadas por ahí en revistas de viajes y geográficas con modelos un tanto plasticosos.
Comienza el paseo, esta vez más tranquilo y sin las "sorpresas" del otro día. Los clanes y las actividades (las performances) se van sucediendo poco a poco. Una de las más interesantes, y que yo nunca había presenciado en directo, es la fabricación de fuego a partir del rozamiento madera con madera.
Otra consiste en lanzar jabalinas. Más allá, un hombre tira flechas con arco.
Un poco más adelante, cuatro niños cantan una canción, luciendo motivos que parecen sacados de un "todo a cien" chino. Pero bueno, qué más da, les queda bien y a ellos les gusta que les hagan fotos, y a mí me encanta tirarlas. Todos contentos. No serán verdaderos habitantes de la jungla, pero desde luego son auténticos Ni-Vanuatus. Y sobretodo, mi visita contribuye a que vivan más dignamente que sus antepasados. Así que tampoco hay que buscarle los tres pies al gato a todo este asunto.
Finalmente nos llevan a un lugar abierto rodeado de banianos gigantes. Allí se encuentran los ancianos del grupo que nos ofrecen un baile la mar de simpático que me recuerda más bien al corro de la patata.
De vuelta al bungalow, me paro a pensar sobre todo lo que he visto hoy. En Vanuatu no hay industria ni grandes universidades. Sin embargo el país posee grandes recursos naturales: playas, volcanes, junglas, arrecifes, fauna marina...un entorno, en definitiva, ideal para atraer a los que sí tienen industria y universidades, pero que de vez en cuando buscan, precisamente, olvidarlas. Vanuatu ofrece lo que el turista quiere: algo que a la vez sea muy diferente y asegure un mínimo de confort. Al local, quizás le toque de vez en cuando hacer alguno de esos teatrillos, pero...y nosotros los occidentales, ¿no somos acaso también los grandes actores de nuestra sociedad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario