Maupiti, Polinesia Francesa. Hoy tengo una exclusiva para vosotros: he entrevistado a una persona que vivió dos años en Mururoa, el atolón de las Tuamotu que Francia eligió junto con la vecina Fangataufa, para llevar a cabo pruebas nucleares entre 1960 y 1992.
Muru (permitidme que no desvele el nombre verdadero de mi personaje) es de Maupiti y a los 24 años se fue a trabajar al Centro de Experimentación del Pacífico de Mururoa.
-¿Cuántas pruebas hubo?
-Ouf, incontables, centenares, a veces una a la semana. Algunas eran subterráneas y otras aéreas (en globos).
-¿Viste alguna?
-No. Durante los experimentos desplazaban a todo el personal al atolón de Hao, a 450 km de distancia. Allí los franceses habían establecido su centro de operaciones y de soporte, con una pista de aterrizaje enorme, de más de 3 km de longitud, capaz de recibir aviones militares de gran tonelaje, o el Concorde con el presidente francés. También de allí salían los aviones que cruzaban las nubes radioactivas tras las explosiones para recoger muestras.
-¿Estuviste mucho tiempo en Hao?
- veinte años
-¿Y en Mururoa?
- dos
-¿qué hicieron con los habitantes de Mururoa?
-no hubo nunca habitantes. Ni en Mururoa ni en Fangataufa. Eran islas deshabitadas, vírgenes.
-¿cómo era la vida en Mururoa mientras vivías allí?
-normal, totalmente normal
-¿quedaron peces en el lagon con tanta bomba?
-¿que si había peces? Muchísimos, y muy buenos
-pero cómo...¿los comíais?
-pues claro, y también los plátanos, los mangos, los pomelos, las verduras...todo
-no puedo creerlo
-los franceses nos lo tenían prohibido, pero todos lo hacíamos, era nuestra manera de vivir de siempre, y mira, ¿tú me ves mal?
La verdad es que Muru tiene muy buen aspecto, está fuerte como un toro, y a sus 56, en plena forma.
-Muru, dime una cosa, en confianza...tú que has vivido allí y lo has visto con tus propios ojos ¿crees realmente que las pruebas nucleares tuvieron un efecto nocivo en la gente? ¿malformaciones genéticas, cáncer...?
-Yo no he notado nada. Quizás sí hayan tenido un cierto impacto, pero fue mínimo. Creo que se ha exagerado muchísimo.
-¿Se puede visitar Mururoa?
-No. Está estrictamente prohibido. Solo se permite el acceso a los militares y al personal de la base.
En uno de mis viajes anteriores conocí a un francés que vivía en Papeete cuyo trabajo consistía en medir radioactividad en todas partes, desde el aire hasta las patatas, en todas las islas (aunque no recuerdo si Mururoa estaba en su lista). Conclusión: ¡aquí los niveles de radioactividad son más bajos que en Europa!
En 1987 el comandante Cousteau fue invitado a visitar Mururoa con el Calypso. Pasó 5 días con total libertad, tomando las muestras que creía necesarias y haciendo las pruebas que consideraba pertinentes, valorando y buscando el efecto de l’atomique. Su conclusión tras la expedición: aucun danger.
¡Que alguien me lo explique, s’il vous plait!
El año pasado visité las Gambier, a 400 km de Mururoa. Allí la gente mayor recuerda con pánico los tests nucleares porque en una de las pruebas, la nube radioactiva se desvió hacia esas islas perleras. Los metieron a todos en refugios, durante días. Y luego les aconsejaron permanecer unos días bajo un techo.
-Muru, ¿qué es esa historia de permanecer bajo un techo?
-Tonterías, no servía de nada, l’atomique está en el aire, no es una lluvia.
-Allí nadie come los peces. Dicen que son venenosos.
-Sí, pero no es por l’atomique, es por un alga que no afecta a los peces pero sí a las persona que los comen. Se llama ciguatera. En Mururoa y Hao también hay este alga, pero nosotros comíamos los peces y nunca notamos nada.
Nunca se sabrá a ciencia cierta el impacto de esos ensayos nucleares sobre la gente del Pacífico Sur. Personalmente considero que los franceses se los podían haber ahorrado, pues mucho o poco, controlado o no, está más que comprobado que la radioactividad es nociva para la vida. Y además, a Francia le ha costado carísimo toda esta historia, no solo durante los ensayos, sino también después, concediendo toda clase de ayudas a los 275.000 habitantes de este territorio de ultramar para que no protestaran: casas, educación, sanidad, transporte, infraestructuras...no os lo podéis ni imaginar. No creo que haya pueblo más mimado en el planeta que el polinesio francés. Y por eso aquí, en Maupiti por ejemplo, ves gente sencilla con unos Toyotas Hilux que te mueres, con pantallas de plasma gigantes en sus casas, ordenadores de 3.000 euros, teléfono móvil a los 8 años, y un sinfín de comodidades.
Considero que la prensa ha sido enormemente oportunista e imparcial con todo este asunto. Vende mucho más hablar de barbaridades atómicas, impactos desastrosos, e injusticias inadmisibles, que entrevistar a gente como Muru, que comió los peces y legumbres de Mururoa hasta hartarse, y que asegura que no ha notado nunca nada.
¿Queréis más polémica? Los franceses han creado un Comité de Indemnización de Afectados y una ley, la Loie Morin 2010, que contempla, estudia y valora los casos de enfermedad presuntamente ligada a los efectos que la radioactividad pudo tener en los habitantes de Argelia (las primeras pruebas tuvieron lugar allí) y el Pacífico Sur. Precisamente ayer, tras estudiar 31 nuevos dossiers, el comité ha clasificado sólo 2 como indemnizables y ha rechazado otros 29 ¿justo? ¿injusto?
Y os dejo con una ejemplo que ilustra la complejidad del asunto y lo difícil que es conocer el verdadero efecto de l’atomique. Gracias a los franceses (y solo gracias a ellos) los polinesios viven muchos más años que antes porque tienen un sistema de sanidad gratuito y de lujo. Pensad que a un enfermo de cáncer se lo envía a París, junto con un familiar, para ser operado y atendido mientras dure una posible quimioterapia. Ya os podéis imaginar lo que esto le cuesta al país. Pues bien, gracias a este espectacular aumento de la longevidad, la gente de aquí llega fácilmente a edades en las que, con l’atomique o sin, aparecen tumores.
Total, que sí, efectivamente ha aumentado la incidencia de cáncer en la población polinésica. Pero ¿debido a qué: a l’atomique, o a que la gente vive más tiempo? Por cada uno de esos casos contados de leucemia presuntamente causada por la radioactividad ¿cuántas vidas ha salvado la medicina francesa, cuántos abuelos han podido conocer a sus nietos y bisnietos, cuántas casas prefabricadas han llovido de Francia tras un ciclón, cuántos helicópteros han atendido urgencias en cualquiera de las 118 islas?...
Muru (permitidme que no desvele el nombre verdadero de mi personaje) es de Maupiti y a los 24 años se fue a trabajar al Centro de Experimentación del Pacífico de Mururoa.
-¿Cuántas pruebas hubo?
-Ouf, incontables, centenares, a veces una a la semana. Algunas eran subterráneas y otras aéreas (en globos).
-¿Viste alguna?
-No. Durante los experimentos desplazaban a todo el personal al atolón de Hao, a 450 km de distancia. Allí los franceses habían establecido su centro de operaciones y de soporte, con una pista de aterrizaje enorme, de más de 3 km de longitud, capaz de recibir aviones militares de gran tonelaje, o el Concorde con el presidente francés. También de allí salían los aviones que cruzaban las nubes radioactivas tras las explosiones para recoger muestras.
-¿Estuviste mucho tiempo en Hao?
- veinte años
-¿Y en Mururoa?
- dos
-¿qué hicieron con los habitantes de Mururoa?
-no hubo nunca habitantes. Ni en Mururoa ni en Fangataufa. Eran islas deshabitadas, vírgenes.
-¿cómo era la vida en Mururoa mientras vivías allí?
-normal, totalmente normal
-¿quedaron peces en el lagon con tanta bomba?
-¿que si había peces? Muchísimos, y muy buenos
-pero cómo...¿los comíais?
-pues claro, y también los plátanos, los mangos, los pomelos, las verduras...todo
-no puedo creerlo
-los franceses nos lo tenían prohibido, pero todos lo hacíamos, era nuestra manera de vivir de siempre, y mira, ¿tú me ves mal?
La verdad es que Muru tiene muy buen aspecto, está fuerte como un toro, y a sus 56, en plena forma.
-Muru, dime una cosa, en confianza...tú que has vivido allí y lo has visto con tus propios ojos ¿crees realmente que las pruebas nucleares tuvieron un efecto nocivo en la gente? ¿malformaciones genéticas, cáncer...?
-Yo no he notado nada. Quizás sí hayan tenido un cierto impacto, pero fue mínimo. Creo que se ha exagerado muchísimo.
-¿Se puede visitar Mururoa?
-No. Está estrictamente prohibido. Solo se permite el acceso a los militares y al personal de la base.
En uno de mis viajes anteriores conocí a un francés que vivía en Papeete cuyo trabajo consistía en medir radioactividad en todas partes, desde el aire hasta las patatas, en todas las islas (aunque no recuerdo si Mururoa estaba en su lista). Conclusión: ¡aquí los niveles de radioactividad son más bajos que en Europa!
En 1987 el comandante Cousteau fue invitado a visitar Mururoa con el Calypso. Pasó 5 días con total libertad, tomando las muestras que creía necesarias y haciendo las pruebas que consideraba pertinentes, valorando y buscando el efecto de l’atomique. Su conclusión tras la expedición: aucun danger.
¡Que alguien me lo explique, s’il vous plait!
El año pasado visité las Gambier, a 400 km de Mururoa. Allí la gente mayor recuerda con pánico los tests nucleares porque en una de las pruebas, la nube radioactiva se desvió hacia esas islas perleras. Los metieron a todos en refugios, durante días. Y luego les aconsejaron permanecer unos días bajo un techo.
-Muru, ¿qué es esa historia de permanecer bajo un techo?
-Tonterías, no servía de nada, l’atomique está en el aire, no es una lluvia.
-Allí nadie come los peces. Dicen que son venenosos.
-Sí, pero no es por l’atomique, es por un alga que no afecta a los peces pero sí a las persona que los comen. Se llama ciguatera. En Mururoa y Hao también hay este alga, pero nosotros comíamos los peces y nunca notamos nada.
Nunca se sabrá a ciencia cierta el impacto de esos ensayos nucleares sobre la gente del Pacífico Sur. Personalmente considero que los franceses se los podían haber ahorrado, pues mucho o poco, controlado o no, está más que comprobado que la radioactividad es nociva para la vida. Y además, a Francia le ha costado carísimo toda esta historia, no solo durante los ensayos, sino también después, concediendo toda clase de ayudas a los 275.000 habitantes de este territorio de ultramar para que no protestaran: casas, educación, sanidad, transporte, infraestructuras...no os lo podéis ni imaginar. No creo que haya pueblo más mimado en el planeta que el polinesio francés. Y por eso aquí, en Maupiti por ejemplo, ves gente sencilla con unos Toyotas Hilux que te mueres, con pantallas de plasma gigantes en sus casas, ordenadores de 3.000 euros, teléfono móvil a los 8 años, y un sinfín de comodidades.
Considero que la prensa ha sido enormemente oportunista e imparcial con todo este asunto. Vende mucho más hablar de barbaridades atómicas, impactos desastrosos, e injusticias inadmisibles, que entrevistar a gente como Muru, que comió los peces y legumbres de Mururoa hasta hartarse, y que asegura que no ha notado nunca nada.
¿Queréis más polémica? Los franceses han creado un Comité de Indemnización de Afectados y una ley, la Loie Morin 2010, que contempla, estudia y valora los casos de enfermedad presuntamente ligada a los efectos que la radioactividad pudo tener en los habitantes de Argelia (las primeras pruebas tuvieron lugar allí) y el Pacífico Sur. Precisamente ayer, tras estudiar 31 nuevos dossiers, el comité ha clasificado sólo 2 como indemnizables y ha rechazado otros 29 ¿justo? ¿injusto?
Y os dejo con una ejemplo que ilustra la complejidad del asunto y lo difícil que es conocer el verdadero efecto de l’atomique. Gracias a los franceses (y solo gracias a ellos) los polinesios viven muchos más años que antes porque tienen un sistema de sanidad gratuito y de lujo. Pensad que a un enfermo de cáncer se lo envía a París, junto con un familiar, para ser operado y atendido mientras dure una posible quimioterapia. Ya os podéis imaginar lo que esto le cuesta al país. Pues bien, gracias a este espectacular aumento de la longevidad, la gente de aquí llega fácilmente a edades en las que, con l’atomique o sin, aparecen tumores.
Total, que sí, efectivamente ha aumentado la incidencia de cáncer en la población polinésica. Pero ¿debido a qué: a l’atomique, o a que la gente vive más tiempo? Por cada uno de esos casos contados de leucemia presuntamente causada por la radioactividad ¿cuántas vidas ha salvado la medicina francesa, cuántos abuelos han podido conocer a sus nietos y bisnietos, cuántas casas prefabricadas han llovido de Francia tras un ciclón, cuántos helicópteros han atendido urgencias en cualquiera de las 118 islas?...
Muy interesante, por un lado es repugnante sacrificar lugares tan bellos en el mundo (Naturaleza) para propósitos tan banales como la guerra y por otro lado es admirable si esto es verdad la manera en que el gobierno francés ha respondido para restaurar el daño en la gente y digo admirable en comparación con otros gobiernos que solo dañan y se olvidan generando así catástrofes completas.
ResponderEliminarJavier G.