martes, 1 de noviembre de 2011

Les Grands Ballets de Tahiti (2)



Papeete, Tahiti, Polinesia Francesa. “Bonjour, ici le commandant...estamos sobrevolando Raivavae y vamos a intentar aterrizar a pesar del mal tiempo” anunciaba el capitán del vuelo Papeete-Raivavae ahora hace un año. No fue posible: el avión dio dos vueltas completas a la isla, no se veía nada, solo nubes y tormenta. “Pas possible, on retourne à Papeete” anunció al rato. Después de 2 horas y media de vuelo de ida, el mal tiempo impidió aterrizar en esta isla de las Australes, con lo que tuvimos que regresar a Papeete, 2 horas y media más tarde.


¿Qué iba a hacer yo ahora atrapado en Papeete? ¿dónde me alojaría? ¿hasta cuando? Todo esto no estaba en mis planes. Pero al llegar al aeropuerto, una oficial de Air Tahiti se se adelantó hacia mí y, con una gentileza y amabilidad exquisitas, se excusó por el mal tiempo (!) y me dijo que no me preocupase, que Air Tahiti me ponía en el Intercontinental a pensión completa, todo pagado, hasta que saliese de nuevo el vuelo, seguramente dentro de tres días. Ah, y que además esta noche había cena-espectáculo en el hotel.

En el fondo, me pareció un plan perfecto: no sé qué hubiera hecho tres días bajo la lluvia, solo, en aquella isla apartada del mundo. Y eso del espectáculo...quizás podía estar bien.

Al llegar al hotel vi que el susodicho espectáculo corría a cargo de Les Grands Ballets de Tahiti, del cual tenía buenas referencias. Tras disfrutar de las estupendas instalaciones del hotel Intercontinental, llega la noche y por fin comienza el show delante de la piscina. Me coloco como puedo en primera fila, en el suelo. Fuera hay una brisa que acaricia la piel y la luna, casi llena, juega al escondite con las nubes.

Comienza el espectáculo. Inmediatamente noto que me invade una lluvia de sensualidad fuera de lo normal. Los movimientos de los bailarines, el vestuario, los colores, la ametralladora percusión, y, sobretodo, la belleza y exotismo de una de las bailarinas, me conduce a un solo pensamiento: ¡bendita tormenta! Embriagado con tanta maravilla, comienzo a tirar fotos como un poseído. Al acabar, algo dentro de mí me dice que tengo que hacer algo con esta gente.

De vuelta a Barcelona un buen día decido escribir un e-mail al coreógrafo del grupo, Lorenzo Schmidt, diciéndole que me gustaría enseñarle unas fotos que tomé en verano. Ante mi sorpresa, al verlas me responde entusiasmado que mis fotos plasmaban estupendamente el espíritu de su trabajo y que le habían gustado tanto que me solicitaba formalmente utilizarlas para fines de promoción del grupo. ¿Pero cómo? ¿es que no tienen un fotógrafo oficial del grupo? -pensé yo, mientras mi imaginación ya daba rienda suelta a futuros planes. Bien sur, Lorenzo, ça serait tout un honneur pour moi -le respondí. Pero por deficiencias informáticas de Internet en Tahiti, y tras varios intentos, la transferencia del archivo no funcionó. Luego, él viajó a Los Angeles y la cosa quedó un poco en el olvido. Pero no por mi parte.
Ayer, un año después, el ballet actuó de nuevo en el Intercontinental. Y heme aquí, con mi ordenador y mis fotos, dispuesto a ser ese fotógrafo oficial del grupo, al menos por una noche. Antes de empezar el espectáculo, me acerco a hablar con Lorenzo. Se acuerda de mí, y sigue interesado en las fotos. Se las traspaso a un pendrive. Utilízalas donde quieras y cuando quieras, le digo. Bueno...no puede estar más agradecido. Me presenta también al director y fundador del grupo, Teiki Villant, quien acto seguido llama a una camarera y le dice que me ponga en una mesa en primera fila y que me sirva lo que quiera, y que si alguien se queja que vayan a hablar con Teiki Villant y Lorenzo Schmidt, porque ce monsieur, il est le photographe officiel du group.


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