martes, 31 de diciembre de 2013

Mindelo, Cabo Verde


Mindelo, I. Sāo Vicente, Cabo Verde

A menudo la gente me pregunta cuál sería un buen destino para escaparse una semana tras las comilonas y los fríos navideños. Bueno...no puedo pensar en un plan mejor que éste: fin de año en Mindelo, isla de Sāo Vicente, Cabo Verde. Os explico:

Hace algo más de tres años, el pequeño aeródromo de la isla De Sāo Vicente lo transformaron en aeropuerto internacional, capaz de recibir vuelos directos desde Europa sin necesidad de pasar por Sal o Praia. Actualmente TAP y TACV cubren este destino con varios vuelos semanales desde Lisboa, lo que facilita mucho las cosas. Al morir Cesária Evora en noviembre de 2011, el aeropuerto cambió su nombre por el de la diva descalza en su honor.



Durante las fiestas muchos caboverdianos desperdigados por Europa vuelven a su tierra, con lo cual es probable coincidir con algún que otro famoso en el avión. En esta ocasión ha sido Tito Paris, todo un icono de la música caboverdiana. Me presento y le pregunto si va a dar algún concierto, tal como hizo el año pasado por estas épocas. Me confirma que sí, esta misma noche, en el Hotel Mindel. Este viaje no podía tener mejor comienzo.




Al salir del avión me reciben unos agradables 25ºC. Hace viento (en CV siempre hace viento) y el avión se tambalea un poco antes de tomar tierra. Un simpático taxista, que en España ya estaría retirado hace tiempo, me lleva al hotel. Durante la travesía me pone al día de la vida aquí. También hablamos de fútbol (cómo no!) y me dice que prefiere el Madrid que el Barça porque el Barça siempre gana y no hay emoción. Bueno...siempre.... siempre? -pienso en mis adentros.


Dejo la maleta y no tardo ni 5 min en salir a la calle, que ya hierve de música por todas partes. En la Rua Lisboa una sucesión de grupos están tocando esta tarde gratis para la gente que baila animada a su alrededor. Todo es alegría, todo calor, todo buen rollo. Mindelo é sab!

Rápidamente reconozco a uno de los músicos: es Luis Batista, el lutier que me hizo el cavaquinho hace unos años. Está tocando con sus hermanos.


Llega la noche. Me tomo un grogue en el Café de Lisboa, subo a la Pizzeria do Mar y desde un balcón sigo disfrutando de la fiesta.

Frente a la plaza Dom Luis han decorado el monumento del Aguila con el clásico adorno navideño. En frente, en la marina Pont d’Agua están organizando un super reveillon para el 31, con cena, música ao vivo y fuegos artificiales muy, muy tentador...creo que mañana sucumbiré y compraré un ticket. Total estamos hablando de 40€, un precio más que razonable para una noche como ésta.

La Praça Nova bulle de vida y animación: es el último sábado del año y el mindelense sólo piensa en divertirse. Esta isla es famosa por sus fiestas: carnaval en febrero (el más popular de toda Africa), el festival musical de Bahia das Gatas en Agosto, y el fin de año ahora. 

En el hotel Mindel, el concierto de Tito Paris empieza a medianoche. La gente estalla de alegría con su música. Comienza el clarinetista del grupo con Boas Festas, el tema de Luís Morais omnipresente en la isla durante estas fechas. 

Agotado de la intensidad de este primer día, me retiro a las 3 de la madrugada mientras la fiesta tiene todos los síntomas de seguir hasta altas horas. Ya en mi habitación me coloco los tapones de oreja (los decibelios van muy disparados) y caigo rendido.

lunes, 30 de diciembre de 2013

¿Dónde amanece primero el 1 de enero?

File:Millennium Island, Kiribati.jpg
Se acerca un nuevo cambio de año y me viene el recuerdo del “comienzo del tercer milenio” que tantas discusiones suscitó sobre si debía celebrarse la noche del 31 de diciembre de 1999 o un año después, la del 31 de diciembre de 2000. Y también otro asunto del que se habló mucho: ¿en qué lugar del mundo se iba a poder presenciar la primera salida de sol del milenio?

Vamos por partes: ¿1999 o 2000? 

Resulta que contrariamente a los segundos, los minutos o las horas, que comienzan por cero (por ejemplo, todos entendemos que un avión salga a las 00h:30m), los días, los años, los siglos y los milenios comienzan en 1, porque antiguamente el número cero no existía, así que no hubo ni día cero, ni año cero, ni siglo cero, ni milenio cero. 

Dicho esto, si nuestra era comenzó a correr el 1 de enero del año 1, entonces transcurridos cien años exactos (un siglo después) el calendario marcaba 1 de enero de 101, por lo que la noche anterior a ese día, la del 31 de diciembre de 100, fue la ultima del siglo I.

Siguiendo el mismo razonamiento, tanto el siglo XX como el 2º milenio acabaron el 31 de diciembre de 2000, no el 31 de diciembre de 1999. Lo que pasa es que resultaba mucho más atractivo y comercial celebrar el cambio de 1999 a 2000 que el de 2000 a 2001, y por eso fue mucho más sonado lo primero.

Y...¿dónde iba a producirse la primera salida de sol del milenio?

Muy fácil: allí donde por primera vez ese día (según indique el calendario local) la línea conocida como terminador intercepte a la del cambio de día. ¿Y qué es el terminadorEl terminador es la línea imaginaria que une los puntos de la tierra donde simultáneamente sale el sol. Esa línea barre la tierra de este a oeste a medida que pasa el tiempo y da una vuelta entera en un día (si queréis ver dónde está el terminador en este preciso instante pinchad aquí). 

La figura de abajo muestra el terminador el 1 de enero de 2000 (línea en blanco), junto a la línea oficial de cambio de día (línea en negro):



Si nos fijamos en esa figura, y prescindimos de los lugares de la línea que caen en el mar, el primer contacto que se produjo entre ese “frente” y tierra firme tuvo lugar en la Antártida, concretamente en la isla Young, una de las 3 islas Balleny (ver recuadro mapa abajo), a las 00:41 h (13:41 GMT). Así que allí fue el punto de tierra firme desde donde el sol primero saldría por el horizonte ese 1 de enero. Lo que ocurre es que en las Balleny ni había nadie, ni está claro cual es la hora local allí, ni se puede hablar de una verdadera "salida del sol" pues en el antártico en diciembre el sol no llega a ponerse del todo, y, para acabarlo de complicar, la refracción de la luz allí es más fuerte y el sol "parece" salir por el horizonte antes de lo que le toca ...pero es que además, seguro que estaba nublado porque en las Balleny el 90% de los días está nublado.
File:Balleny Islands.PNG
Si los pingüinos no cuentan...¿quién vio entonces ese primer amanecer? ¿y dónde?

A medida que el tiempo pasa y la tierra va rotando, el siguiente encuentro del terminador con tierra firme una vez cruzada la línea de cambio de día se produce 2h más tarde en tiempo real, a miles de km de distancia, en una pequeña isla deshabitada que se llamaba Caroline Atoll ("llamaba" porque se le cambió el nombre, como veremos más adelante)

¿Qué lío es este?

Todo el mundo sabe que la Tierra está dividida en zonas horarias o husos, que no es otra cosa que una diferencia convencional entre la hora oficial de cada país (o región) con respecto a la hora astronómica de Greenwhich. En España esa diferencia es de +2 en verano y +1 en invierno. Cuanto más al este, mayor es la diferencia. Así para la India es +6, Japón +9 y Nueva Zelanda +13, y así hasta que se llega a la “línea de cambio de día”, situada en medio del Pacífico y cercana al meridiano 180º. Más al este de esta línea no se cambia de hora, sino de día...concretamente, un día menos. 

“¿Cercana al meridiano 180º?” Sí, cercana, porque cuando esa línea pasa en medio de una isla o país (como ocurre en Fiji), hombre... no vamos a poner a media isla en domingo y la otra en lunes, ¿verdad?. Así que los gobiernos acuerdan desviar la línea adecuadamente para que los países vivan en el mismo día en todo su territorio. Por eso no es recta (ver línea roja de la figura de arriba.


Pero hay un caso extremo. Se trata del país Kiribati. Kiribati está formado por varios archipiélagos que se extienden la espectacular distancia de 3.200 km de oeste a este en medio del océano Pacífico (marcado en blanco en el mapa siguiente).


Hasta 1995 Kiribati poseía 3 husos horarios, incluyendo un cambio de día. La línea internacional de cambio de día dividía al país en dos mitades (línea punteada del mapa de arriba), provocando que sólo existieran cuatro días laborales comunes a la semana teniendo en cuenta las dos zonas. Cuando en el oeste era lunes, en la parte oeste era domingo, y cuando en el este era viernes, en la mitad oeste era sábado. Para solventar este enorme problema el gobierno del país extendió la línea de cambio de día más de 2.000 km hacia el este para que todo el país viviera en el mismo día (línea roja abajo):

Con este cambio, un pequeño atolón deshabitado del este del país, de nombre Caroline, pasaba a ser el lugar del planeta en tierra firme donde primero se vería la salida del Sol cada año, algo “muy valioso” de cara al, entonces venidero, año 2000. Así que la isla pasó a denominarse Millennium Island y ese 1 de enero de 2000, sábado, a las 5:43 hora local, un puñado de turistas millonarios contemplaron el primer amanecer del milenio, cuando en Greenwich (GMT) eran las 15:43 h del 31 de diciembre de 1999. Ellos fueron los primeros seres humanos en ver la salida del sol del año 2000.
Lo curioso es que unos km más al sur, en Papeete, Tahiti, aquella misma salida de sol  se produjo a las 5:25h, es decir, “18 minutos antes”. Sin embargo Tahiti está en el lado derecho de la línea del cambio de día y el reloj de los tahitianos marcaba, en ese instante, 31 de diciembre, no 1 de enero. 

Entonces...¿quién vio “realmente” salir antes el Sol? 

Imagínate que estás en la mismísima frontera entre Portugal y España, cogido de la mano de un portugués, o mejor, de una portuguesa, contemplando juntos la salida del sol, uno a cada lado de la frontera: 
su reloj estaría marcando las 7 y el tuyo las 8. ¿Quién la estaría viendo "antes"? Buena pregunta.

Ahora imagina que en el Pacífico hubiera un gran continente en lugar de agua. En ese hipotético caso el meridiano 180º de cambio de día forzosamente debería pasar por tierra firme, probablemente entre dos países, y se podría producir un caso como el anterior, pero en lugar de diferir en una hora, diferiríamos con nuestra compañera en un día. Imagino la siguiente conversación “Qué salida de sol tan bonita, ¿no crees?... para ti es la última del siglo y para mí la primera...¿cambiamos un momento de lado y podremos decir que ambos hemos visto las dos?” Lo cual, una vez más, me hace pensar en lo relativo que es todo.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Tabarca, la isla poblada más pequeña del Mediterráneo

Tabarca, Alicante. A pesar de sus casi 8.000 km de costa, el territorio español no se caracteriza precisamente por tener una gran cantidad de islas. Aparte de las Canarias, las Baleares y 5 isletas en la costa gallega, no tenemos ninguna otra isla que sobrepase el km2 de superficie. Eso sí, existe algún que otro islote desperdigado por nuestras aguas: las Columbretes, Alborán, las Medas, las Chafarinas, peñón de Alhucemas, Tabarca... Hoy nos fijaremos en esa última, Tabarca, la isla habitada más pequeña del Mediterráneo
Situada a poco más de 4 km de la costa alicantina, Tabarca tiene unas dimensiones aproximadas de 2 km de largo y nunca más de 0,5 km de ancho.
En uno de los nudos de esa especie de doble 8 se sitúa la población de Tabarca, a veces denominada Sant Pau, y en el otro nudo un paraje más natural, donde se encuentra el faro y el Torreón de San José, construido en 1792 y utilizado como prisión durante la guerra civil española.
En el lado que mira a Santa Pola se encuentra el puerto, y en el otro una bonita playa que se atiborra de turistas en verano.

Tabarca era ya conocida por griegos, fenicios, romanos y finalmente por los musulmanes. Debe su nombre a otra isla, Tabarka, en la costa tunecina. Resulta que en 1768 Carlos III, mediado por Fray Juan de la Virgen, mandó rescatar a 69 familias italianas instaladas en una isla tunecina y que se hallaban sometida a la esclavitud por el rey local desde hacía 27 años. 

Los nuevos llegados desembarcaron en Alicante y posteriormente el conde de Aranda consiguió su traslado a la isla, a fin de permitirles recuperar el hábitat cotidiano, así como que pudieran seguir ejerciendo la pesca como actividad predominante. 

Allí se les construyó una ciudad, Nueva Tabarca, y un fuerte para protegerla. En total 296 personas. Todavía hoy uno puede encontrar gente con apellidos como Capriata, Russo o Colomba.
La isla disfrutó de ciertos privilegios durante un tiempo, pero a finales del XVIII y comienzos del XIX, Tabarca entró en declive y no se recuperaría hasta 1960 con la llegada del turismo. La isla llegó a sobrepasar los 1000 habitantes en 1920. En 1970 quedaban solo 250 y hoy (censo de 2012) son solo 61. Esos son los del censo, pero en verano recibe hasta 3.000 turistas por día.

Por suerte no se ha construido mucho desde su fundación con lo que la isla ha conservado el aspecto original. Si os apetece conocerla un poco más os remito este reportaje de "Comando actualidad" de TVE 

jueves, 19 de diciembre de 2013

Mongofre, Menorca

Menorca, Islas Baleares. En 1930, el empresario menorquín-catalán Fernando Rubió i Tudurí, a la sazón abuelo de un buen amigo mío y hermano del conocido diseñador de jardines Nicolau Rubió i Tudurí, compró 208 hectáreas en un rincón paradisíaco de Menorca por 1.200€, una magnífica finca ubicada en un golfo al norte de Menorca. Don Fernando fue toda su vida un enamorado mecenas de esta isla.
Tras una vida muy activa, Don Fernando murió en 1994, en paz: "He realizado todos los sueños de mi vida: fabricar medicinas con cierto éxito, hartarme de navegar y llenar con una extensa familia todas las camas de Mongofre..." 

Don Fernando legó la finca en herencia a la Fundació Rubió Tuduriu Andrómaco, que él mismo había creado en 1987 con el cometido de fomentar y promover la cultura, la investigación científica y la divulgación de temas científicos y técnicos, así como el deporte en el ámbito de la isla de Menorca.

Durante los años posteriores a su muerte, la finca fue utilizada por sus familiares de una manera más o menos regular, hasta que hubo un conflicto con la fundación, como podrá comprobarse en este link.

Así que fue realmente una suerte y un privilegio poder pasar unos días en este maravilloso enclave antes de todo ese lío, rodeado de playas solitarias y dunas gigantescas, pinos retorcidos por la tramuntana, águilas pescadoras y noches estrelladas.



Cerca de la casa, y a través de un tortuoso camino, se accede a la cala, reino de una calma eterna, ajena al trajinado siglo XXI. Allí, en una terraza que tiene la familia frente al mar, comimos una de las mejores paellas que recuerdo. 




La finca está situada en lo alto de un promontorio, desde donde no se ve ninguna otra construcción, solo naturaleza. Estamos hablando de la zona protegida más amplia de todas las Baleares, que se dice pronto.



Gracias a personas como Don Fernando, algunos lugares de nuestra geografía, como éste de Mongofre, permanecerán virgen, esperemos, por mucho tiempo. 

martes, 17 de diciembre de 2013

Menorca




Menorca, Islas Baleares. 
Menorca es la isla balear que mejor ha sabido conservar su paisaje. Quizás por haber sido británica durante casi todo el siglo XVIII y haber heredado de ese pueblo una mayor sensatez, o tal vez porque la fuerte tramuntana que aquí sopla a menudo no la hace tan placentera como a sus vecinas, o quizás (y más probablemente) porque gracias a su potente industria del calzado y agrícola, fue más autosuficiente que sus hermanas baleares y no se metió en eso del turismo hasta mucho más tarde. Sea por la razón que fuere, lo cierto es que da gusto disfrutar de sus calas y playas vírgenes, sus bosques mediterráneos y sus pueblecitos auténticos, sin olvida, cómo no, saborear su estupenda caldereta de langosta o sus quesos DO Mahón-Menorca.
Mi primera visita a la isla tuvo lugar en 1974, en ocasión del viaje de final de COU. Nos alojamos en Binibeca, cerca del Cap d'En Font, en el sur. Fue la primera vez que iba a una isla, nunca antes había pisado ninguna otra. Todo un hito para alguien que acabaría escribiendo un blog sobre islas.

Aparte de los lógicos recuerdos de juventud con los compañeros de clase, hubo un hecho que sin duda me impactó mucho: la visión, por primera vez, de una playa con aguas azul turquesa transparentes. Hasta entonces, solo había visto esos colores en cromos o en fotos. Creo que la belleza de las tonalidades azul-verdosas de esa cala de Binibeca (foto de Internet) prendieron mella en mí e hicieron que, desde aquel día, las buscase por todo el mundo.


Desde aquel primer contacto con la isla he regresado en tres ocasiones, siempre a lugares concretos. Como Fornells, uno de los enclaves más turísticos, en el norte. Protegido por un puerto natural y flanqueado por una torre de defensa británica del 1801, Fornells cuenta con una población invernal que no llega a los 600 habitantes. Pero desde hace tiempo, Fornells es destino vacacional de muchos barceloneses, con lo que el pequeño pueblo triplica su población durante el verano.



Durante el siglo XVIII la defensa costera menorquina fue una necesidad de primer orden por lo que españoles e ingleses crearon una red de torres que controlaban los parajes de la costa en los que más fácilmente podía desembarcar el enemigo, normalmente piratas africanos, griegos y turcos. De las 15 que se construyeron solo una ha desaparecido, las otras 14 están en pie en diferentes estados de conservación, como esta de la Illa d'en Colom, en la costa este.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Ibiza

Ibiza, Islas Baleares. La isla de Ibiza, estandarte universal de la marcha y la vida nocturna, no es precisamente uno de mis destinos preferidos. Aún así, creo que se merece una entrada en este blog dedicado a las islas del mundo.

Mi primer contacto con la mayor de las Pitiusas tuvo lugar a finales de los años 80. Me alojé en un camping, al que se llegaba por un camino tortuoso y polvoriento. Creo que estaba cerca de Sant Antoni de Portmany. Recuerdo que me sorprendió la enorme cantidad de polvo acumulado en los pinos del camino, tanto, que no se alcanzaba a ver su color verde. Era un mes de agosto, había mucho mosquito y gente por todas partes. Me fui dos días antes de lo que marcaba mi billete de vuelta.

Otra de las sensaciones que caló en mí fue la tremenda destrucción del paisaje que ya por aquel entonces se extendía por doquier. Aquellas calas ribeteadas de casas en sus laderas montañosas me hicieron percatar de la gran diferencia que hay entre las montañas que tienen casas incrustadas y las que no: el impacto paisajístico del ladrillo provoca un cambio radical en la imagen que proyectan.

Más recientemente he pasado por la isla de camino a Formentera. En una ocasión me acerqué al Café del Mar, un lugar en la playa de Sant Antoni en el que se reúnen cada día los modernos para contemplar la puesta del sol al son de una música que se ha venido en llamar, obviamente, "café del mar", un estilo definido como "chill-out de ambiente balear",
whatever that means. Llevan algo así como 36 discos publicados, algunos triples. Obviamente, un negociazo.

No tengo muchas fotos de Ibiza. Una de las postales más bonitas de la isla puede apreciarse, de hecho, desde Formentera: es la formación de Es Vedrà, un islote de formas impresionantes, casi fantasmagóricas, al oeste de Ibiza. Su perfil recuerda al de las formaciones volcánicas que dibujaban aquellos Solander y Banks que acompañaban a Cook por los mares del sur. En esta roca vivió aislado el padre carmelita Francesc Palau durante 6 años, en el siglo XIX, donde se le aparecía a menudo una chica vestida de blanco...
Pero el padre Francesc no fue el único que atribuyó poderes a este islote. Unos dicen que Es Vedrà fue la isla sagrada de Tanit, una diosa fenicia de la fertilidad y que aquí se hicieron sacrificios humanos en su honor. Otros afirman haber vistos platillos volantes, y  aseguran que es el lugar de aterrizaje de los intergalácticos. Hay quien dice que es la punta de la civilización hundida de Atlantis, o incluso que su piedra se utilizó para construir las pirámides de Egipto...

Quizás por lo que se fuma en la isla vecina, o quizás porque es el tercer lugar del mundo con mayor poder magnético (y eso sí es cierto), la cuestión es que este islote tiene algo de misterio que no deja indiferente al que lo contempla.

martes, 10 de diciembre de 2013

Formentera desde el mar

Formentera, Islas Baleares. A medio camino entre Sant Francesc y el Cap de Berbería sale una carretera que lleva a Cala Saona, en la costa oeste de la isla. Aunque no se puede decir que sea la cala más solitaria de Formentera, sí que hay que reconocer que ha sabido mantener el encanto.

Desde allí se divisan los acantilados de la costa de poniente, con la torre de Sa Gavina al fondo.
En el otro lado de la isla, en la costa este, uno se encuentra con numerosos rampas rústicas hechas de madera que sirven para subir las barcas hasta las cuevas a modo de hangares naturales, como estas en Cala en Baster.
A lo largo de esta costa se extiende un morro de piedra arenisca que la erosión ha transformado en caprichosas formas dendríticas y colores sanguinolentos.

Al final, la costa topa con los impresionantes acantilados de La Mola, donde el agua cobra una tonalidad verdosa de increíble belleza.