lunes, 28 de noviembre de 2011

El marae Taputapuatea de Raiatea

Raiatea, Polinesia Francesa. Los marae eran espacios reservados a las actividades ceremoniales, sociales y religiosas de los antiguos polinesios. Formaban monumentos de tamaños impresionantes que suscitaron el interés de los observadores europeos del fin del siglo XVIII. 

Si la concepción y la construcción de los marae varían de una isla a otra, la arquitectura básica comprende normalmente un rectángulo, el patio, provisto de una plataforma (ahu) en uno de los extremos, y de un conjunto de piedras enderezadas.


De todos los marae de Polinesia, el fabuloso recinto de Taputapuatea, frente al lagon en la isla de Raiatea, es sin duda el más importante, así como el más difícil de recordar su nombre. Pasear en solitario, al atardecer, rodeado de estas piedras centenarias, y de enormes cangrejos que comienzan a salir de sus guaridas, ha sido una de esas experiencias más sobrecogedoras del viaje.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Taha

Taha, Polinesia Francesa. Cuando la gente me pregunta cuál es la vista más bonita que recuerdo, invariablemente pienso en una en concreto, para mí, insuperable: el viejo volcán de Bora Bora visto desde la isla de Taha.


La mayoría de turistas que llegan hasta aquí van directamente del aeropuerto de Raiatea al hotel Le Taha'a Island Resort & Spa (si lo permite el presupuesto, claro). En mi opinión, es el hotel de todo el Océano Pacífico con mejores vistas. Eclipsada por esta maravilla de enclave y a sus espaldas, se encuentra la isla de Taha, conocida por su exquisita producción de vainilla.






Taha y Raiatea son dos islas de la Sociedad que comparten lagon. Es decir, una misma barrera de coral envuelve a ambas. Frente al hotel se encuentra un lugar de excelente snorkling, el jardin de coraille.


Desde el avión ya uno se da cuenta que ese hotel, con sus bungalows overwater o pilotis, tiene que ser de película. Cuando llegas, ves que no ibas muy equivocado.




Amanece, está saliendo el sol, y no quiero perderme ni un minuto de lo que hay ahí fuera.



martes, 15 de noviembre de 2011

Continuación


Hace tiempo que regresé de Polinesia, casi 3 meses, y todavía sigo pensando en el viaje y mirando las fotos.

Acabé el blog diciendo que haría algo con todo el material que había reunido. La verdad es que me he liado con otros asuntos y por ahora solo he hecho una cosa...bueno, dos. La primera es que he escrito dos artículos para la revista Altaïr que saldrán publicados en su monográfico de Polinesia en el número de Diciembre-Enero. Uno es sobre Rurutu y el otro sobre el tatuaje polinésico. También incluirán alguna foto. La segunda es que he trasladado el blog desde iWeb a Blogspot, algo que he tenido que hacer post-by-post y que me ha llevado mucho tiempo.

Lo que he pensado es mantener el blog activo hasta enero con posts y fotos de otras islas de la región que he visitado anteriormente. Claro, no será in situ, pues las escribiré desde Barcelona, pero al menos habrán nuevas fotos para mirar.

¿Y a partir de enero? ¿Qué pasa en Enero? Ya os lo contaré.

sábado, 12 de noviembre de 2011

El último baile

Papeete, Tahiti, Polinesia Francesa. Aún un último post antes de irme (es que aquí siempre pasan cosas)

Esta tarde he llegado a Papeete procedente de Rurutu, y hasta las 23:30 h no sale mi vuelo de regreso a España. ¿Qué hacer durante estas últimas horas? Hago trabajar un poco las neuronas y me doy cuenta que hoy es miércoles, y que, por lo tanto, hay espectáculo en el Intercontinental, concretamente, danza marquesana. ¡Perfecto! Ya la vi hace un mes, pero no me importa repetir. Al contario, no puedo pensar en una actividad mejor.

Así que me pillo un taxi desde el aeropuerto y me planto en las maravillosas instalaciones del hotel, primero a ver la puesta de Sol, luego a tomarme una piña colada, seguir con una cena ligera, y, finalmente, a disfrutar del espectáculo.

Ahora sí...hasta pronto!



Naná Porinetia, adiós Polinesia

Rurutu, Islas Australes, Polinesia Francesa. Amigos... esto se acaba. Hoy es mi último día en estas tierras. Han transcurrido 49 días desde que llegué. Cuesta de tragar, me tengo que pellizcar, no me lo acabo de creer... pero sí, esta noche estaré en un avión de vuelta a casa.

Han sido 49 días intensos, diferentes, llenos de sorpresas. Espero que los que me habéis seguido podáis haber disfrutado también del viaje, aunque haya sido a distancia.

¿Y a partir de ahora?

Sinceramente, no lo sé. En Barcelona comenzaré a tantear posibilidades. Por de pronto tengo miles de fotos por editar, y muchas notas en mi cuaderno de viajes. De todo esto saldrá algo, no sé todavía el qué, pero algo va a salir: un libro, una exposición, una columna en una revista, no sé...ya veremos, no hay prisa. Como decía George de Rimatara, mejor conducir despacio, sino se llega demasiado pronto a destino.

¡Hasta pronto!

Buceando entre ballenas



Rurutu, Islas Australes, Polinesia Francesa. Creo que debe de haber pocas cosas más emocionantes en esta vida que bucear entre ballenas salvajes.

Rurutu es uno de los mejores lugares del mundo para observar y nadar con estos cetáceos. Aquí coinciden la nitidez y transparencia excepcionales del agua, un entorno único, una mínima afluencia de turistas, y una población asegurada de una decena de ballenas entre Julio y Octubre.





Se trata de la ballena jorobada o yubarta, que acude a la isla durante el invierno austral para reproducirse. La plataforma continental de 40 m de profundidad que rodea Rurutu les proporciona a estos gigantes de 15 metros o más un lugar seguro al abrigo de los tiburones.

Eric organiza salidas reducidas de diez personas con su pequeña barca para bucear con los cetáceos. Salimos a las 9 de la mañana de un día soleado. El mar está calmado. Primeramente Eric avista los animales y determina su disposición para la visita, pues es necesario que la ballena se encuentre dormitando para poder sumergirnos a su lado. Evidentemente, no son buenos momentos ni cuando están saltando, ni cuando se desplazan.

Una vez avistada una pareja, Eric espera a que realicen la inmersión profunda (esa que sigue al levantamiento de la cola), y nos indica con un gesto suave: maintenant!. La adrenalina alcanza entonces máximos. Hay que tirarse al agua. Chapuzón, y una vez diseminadas las burbujas, aparece las siluetas de dos enormes ejemplares, macho y hembra, ingrávidos, a 40 m de profundidad. En esta ocasión, la hembra está durmiendo en posición vertical y el macho horizontal. Las tenemos justo debajo de nosotros. En mi mente solo hay un pensamiento: ¡qué maravilla!






Al cabo de un rato, la ballena macho comienza su elegante ascensión hacia la superficie, en un juego de aleteos a modo de danza acuática. Mi corazón se dispara. Le sigue la hembra. Se nos acercan. Cada vez están más cerca. ¿Pero se van a apartar no? -confías pensando que sea lo que Dios quiera. Y llega un momento en que se desvían para alcanzar finalmente la superficie y resoplar con el más grande de los estornudos imaginables
















Hacemos tres inmersiones. Y a la tercera ocurre algo totalmente imprevisto, algo que Eric nos dice que únicamente pasa una vez por temporada:

Estamos esperando de nuevo la ascensión de las ballenas, en el agua, justo sobre ellas. Esta vez están tardando algo más de lo normal. Llevan 20 minutos bajo el agua. Todo está en calma. Pero repentinamente, como si se hubiera hartado de nuestra presencia, la ballena macho comienza a mover la cola intensamente, a ondular su cuerpo como si tuviera convulsiones y a subir con una fuerza descomunal. ¿Qué le pasa? ¿por qué sube tan deprisa? Todos experimentamos un momento de pánico contenido. Nooo, no me lo puedo creer...la ballena ha decidido pegar un enorme y descomunal salto en nuestras mismísimas narices. Surge del agua cual descomunal leviatán, levantando sus 30 toneladas de peso de una vez para girar en el aire y dejarse caer de espaldas con un estruendo que nos deja a todos sin aliento, atónitos ante tal poderío, fuerza y belleza de la naturaleza.

En el barco, los que habían subido porque tenían frío, no dan crédito a lo que acaban de presenciar. La ballena había dado un enorme salto justo donde estábamos nosotros. Y la pregunta inmediata: ¿habrá caído sobre alguien? Pero por suerte, o quizás intencionadamente, la ballena había elegido la dirección en donde no había nadie. Steve, uno de los que estaba en el barco, logra captar el momento por pura casualidad. Esa es su foto