sábado, 8 de marzo de 2014

¿Vivir en Svolvaer?


Svolvaer, Islas Lofoten, Noruega

Sentado en una de las mesas del restaurante del hotel en Svolvaer se me acerca un joven para pedirme qué deseo para cenar en un perfecto inglés, pero con un ligero acento que me resulta familiar. ¿Eres español? -le pregunto- Caramba, ¿tanto se me nota?

Resulta que el hombre dejó su Málaga natal hace años para irse a trabajar primero a Suecia y luego aquí, a Svolvaer. Aprovecho para hacerle una larga lista de preguntas que tenía pendiente.

-¿Qué tal se vive aquí?
-Hombre, es durillo
-¿Pero, estás solo?
-No, vivo con mi mujer y mi hijo. Estamos esperando el segundo
-¿Y cómo lo llevas?
-Mmmm...te ha de gustar. A mi me encanta la naturaleza, y salir a pasear por aquí es una gozada
-Sí, eso sí...lo vi ayer. Pero la vida aquí es muy cara ¿no?
-Mucho. Piensa que pagas por todo. Los impuestos son altísimos y te pasas el día pagando. Ahora, eso sí, lo tienes todo cubierto: guardería, colegios, medicina...
-Y los salarios también serán más alto, claro.
-Sí. Pero no te creas, al final al final, tampoco ahorras aquí. ¡Todo es tan caro!
-Ya lo he visto, ya: una copa de vino en los restaurantes vale lo mismo que una botella entera de un buen Rioja en España (unos 12€), y encima no es tan bueno.
-Por cierto, hablando de vinos, tengo arriba un Montecillo...¿quieres que te ponga una copa?
-Ohh...sí
El hombre parecía contento de hablar un poco en castellano (su mujer es extranjera). 

-Por cierto ¿cómo es que las gaviotas no se comen esos miles de bacalaos puestos a secar al aire libre?
-¿No los has olido de cerca? la peste es tan fuerte que las ahuyenta.
-No me extraña: ¡a mí también! Y dime, ¿qué es lo que más añoras?
-Un aeropuerto cercano que me permita escapar de vez en cuando. El de Svolvaer es simplemente un aeródromo que te lleva en avión de hélice a Bodø u otras ciudades cercanas. Para ir a Oslo hay que ir primero allí, o conducir 250 km hasta Narvik, a 3 horas y pico en coche. Es que aquí no hay nada: ni un teatro, ni un cine, ni nada de todo eso. Es duro, es duro...mi próxima ciudad va a tener como requisito un aeropuerto.

Realmente la naturaleza de este enclave noruego es muy espectacular. Esas son algunas vistas del paseo en coche de esta mañana:




-¿Te apetece otra copa de vino? Invita la casa.
-¡Tu dirás!, está buenísimo. Lo que sí tengo que decirte es que ayer me tomé un "bacalao a la Svolvaer", pensando que iba a ser el no-va-más y, entre tú y yo, no me lo pude acabar: totalmente insípido, no sabía a nada, solo a la zanahoria que lo acompañaba.
-Ya, ya (se ríe). A mi tampoco me gusta. No sé qué le ven los noruegos, pero les encanta.
-Bueno oye, ¡que tanto hablar te van a llamar la atención!
-Jajaja...no te preocupes: soy el jefe.

De repente llega un grupo de 25 personas de la tercera edad al restaurante y realmente debe dejarme.

-Gracias por todo. El vino buenísimo.
-Que tengas buen viaje. Un placer.
Me quedo pensando cómo llevaría yo eso de vivir aquí. La ciudad, cuando hace sol, tiene un aspecto agradable, solitaria, pero agradable:



Ahora bien, con nubes (que es lo habitual) la cosa cambia. Y si encima añadimos ese frío constante, el hielo en las calles que no te deja caminar bien, los días de noche continuada de noviembre a febrero, esa comida que no sabe, las calles vacías, los almacenes sin un alma....y paro porque me voy a deprimir. Conclusión: no me vengo a vivir aquí ni harto de vino.

jueves, 6 de marzo de 2014

Lofoten




Svolvaer, Islas Lofoten, Noruega

Tal como predecían los meteorólogos, hoy amanece sin una nube: cielo raso durante todo el día.

Me acerco a la agencia Avis local y pregunto si tienen algún coche para hoy. No las tenía todas de encontrar uno, pero el señor que, (¿cómo no?) había estado en Barcelona ("oh, what a nice city"), me ofrece uno, pero todavía tiene que limpiarlo porque lo acaban de devolver.

Dispuesto a recorrerme las Lofoten de arriba a abajo lo antes posible, le digo que no hace falta, que me lo dé ya, que me voy pitando, no sea que cambie el tiempo inesperadamente.

Así que, volante en mano, pongo rumbo a Å...sí, Å, la población en el extremo oeste del archipiélago. Curioso y corto nombre para un pueblo...seguramente debe querer decir oeste en noruego...no sé. Lo que sí sé es que debe ser el primero en el índice de localidades de cualquier atlas. Está a 130 km de Svolvaer.



Las Lofoten son media docena de islas muy cercanas, unidas por carretera y por puentes, así que uno se las puede hacer de punta a punta en un día de coche.

Solo salir de Svolvaer por la E10, me topo con la fantástica catedral de las Lofoten:

Me paro en un rincón para observar unos cisnes y me encuentro con una extraña bici pintada de amarillo delante una casa granate. Bonita obra de arte, pienso.

Pronto comienzan a aparecer bellos paisajes y largos puentes inter-islas, como éste que une Austvågøy con Gimsøy.



El de Avis me ha dicho que vale la pena acercarse a un par de pueblos costeros del norte: Unstad y Utakleiv, con playas magníficas. Así que allí voy:



De repente, en un lugar de la carretera, me encuentro con pajarillos revoloteando, algo muy raro aquí pues no hay. Paro el coche, miro un poco y veo un jardín repleto de comederos. Un hermoso pájaro carpintero se está poniendo las botas:

Sigo adelante dirección oeste. En uno de los numerosos lagos helados una familia ha decidido aprovechar el buen tiempo para salir a patinar:





El archipiélago de las Lofoten apesta a pescado pasado. Se trata del bacalao puesto a secar por millones por todas partes. El olor es tan fuerte que ni las omnipresentes gaviotas se atreven a acercarse.

Va pasando el tiempo y el sol polar ha comenzado su suave descenso hacia el horizonte. Por suerte, llego todavía con algo de luz al pueblo estrella de las Lofoten: Reine. Enclavada en un puerto natural y rodeada de impresionantes picos nevados, Reine es una auténtica belleza de lugar.





Tras llegar a Å comienzo el viaje de regreso. Se ha hecho de noche y ha salido la luna. Una última foto, en Flakstadøy.

De regreso a Svolvaer me voy directo a una pizzeria que ya tenía calada de ayer: pizza Fellini, en la "plaza mayor". Me zampo una sabrosa quatro stagioni y pongo rumbo hacia un pueblecito del norte de Austvagøy, Laukvik, para probar con las auroras, puesto que el día sigue excepcionalmente despejado. Este es el resultado:





miércoles, 5 de marzo de 2014

Viajando de Tromsø a Svolvaer en Hurtigruten


Svolvaer, Islas Lofoten, Noruega

Después de haber alargado la noche al máximo y haber superado un fuerte ataque de sueño, mi barco Hurtigruten que me llevará de Tromsø a Svolvaer (en el corazón de las Lofoten) zarpa a la 1:30 de la madrugada. 

El hotel de Tromsø estaba patas al aire, en obras, así que he pedido educadamente a gerencia que, como compensación por las molestias causadas en mi sensible persona, me alargasen gratuitamente mi estancia hasta la madrugada. Y han accedido.

Una vez en el barco, voy a mi camarote y caigo rendido. Al día siguiente, me despierto pronto, voy a desayunar al cuarto piso y me encuentro con un enorme salón.

El viaje hasta Svolvaer, en las Lofoten, dura 18h, o sea que durante el día lo mejor que uno puede hacer es relajarse y disfrutar del paisaje, especialmente si el tiempo acompaña como hoy.



Los hay que prefieren tomar un baño. Mmmm...no me tienta nada la idea.

Yo me concentro más bien en la fotografía, alternando entre dentro y fuera pues, aunque hace un poco de sol, el viento helado te corta la piel a cuchilladas.






Muchos prefieren disfrutar del escenario sentaditos en primera fila del piso 8, el "panorámico". Es una opción.

Pero a mí me gusta salir fuera y notar el frío. 





Para mañana han anunciado buen tiempo. Si es así, me alquilaré un coche para recorrerme este fantástico archipiélago del ártico. ¡Ojalá!