domingo, 5 de enero de 2014

Ilha de Sao Vicente


Mindelo, I. Sāo Vicente, Cabo Verde

Hoy decido alquilar un coche, algo que todavía tenía pendiente en este país. Me acerco a la oficina local ubicada en el primer piso del sobrado azul de Praça Dom Luis. La señora dice que se acuerda de mi: hace dos años, por carnaval, alquilamos un coche con unos amigos. Les queda un solo vehículo, un Jimmy. Le dice a su hijo que soy “un cliente habitual” y que me trate bien. Y sí, salgo contento, con un precio total para tres días de 90€, un 25% menos de lo oficial.

Contento de mi deal, me recorro la pequeña isla de Sāo Vicente. Comienzo por el pequeño pueblo de Salamansa, en la costa norte de la isla. La canción de Cesária Evora “minhinas de Salamansa” me viene a la cabeza... Hace mucho viento. Al llegar y acercarme a un chiringuito surfero en la playa, me quedo clavado en la arena. Ups...pensaba que estaba más dura. Por suerte en el chiringo hay un par de surfistas tomando algo, y con la ayuda de la patrona, una chica polaca, muy enrollada, me ayudan a salir del apuro. 


Mi próxima parada es Bahía das Gatas, célebre por su festival de música veraniego. La mayoría de las carreteras de Cabo Verde siguen adoquinadas, tal como las construyeron los esclavos hace un par de siglos. Espero que sigan así mucho tiempo pues dan al país un aire fuera de este mundo.


En Bahía das Gatas reina la calma. Cuesta creer que aquí, en verano y durante tres días, tiene lugar uno de los festivales musicales más famosos de toda Africa.

Hace unos años el gobierno construyó una carretera por la parte noreste de la isla. Esta sí está asfaltada. Las vistas aquí son impresionantes. Siempre hace viento aquí arriba. No me puedo imaginar esta costa calmada. 



En la pequeña población costera de Calhau, donde vive el músico Vasco Martins, me encuentro con el campo de fútbol local. Toda una maravilla como sacada de un cuento, con la isla de Santa Lucía, deshabitada, de fondo.

De vuelta a Mindelo me encuentro con paisajes dignos de grandes fotos.

Ya en Mindelo subo a uno de los montículos desde donde se divisa la ciudad y su famosa Praia Laginha.





Una vez en el centro, el sol se está poniendo y los antiguos edificios coloreados portugueses resaltan con la luz vespertina.

Me dirijo al hotel. Aparco el coche y me siento en uno de los bancos de Praça Nova. La gente pasea felizmente, los jóvenes patinan y los niños se me acercan para que les tire unas fotos. Qué pena que hayamos perdido toda esta naturalidad en nuestra sociedad que, por alguna extraña razón, llamamos avanzada.



miércoles, 1 de enero de 2014

Fin de año en Mindelo


Mindelo, I. Sāo Vicente, Cabo Verde

En el último día del año, día se Dan Silvestre,  Mindelo celebra desde siempre una carrera popular. Es la ocasión para los atletas amateurs de la ciudad de salir a correr e intentar ganar la admiración de su gente. La competición comienza en el puerto a las 17h y los participantes recorren las calles principales de la ciudad animados por sus amigos y familiares, y seguidos de las cámaras de TV.


La meta está situada en la Rúa de Lisboa, frente al mercado municipal. Allí les espera la prensa y una muchedumbre. Fuera suena el boas festas de Luis Morais a todo trapo.







En la calle uno se encuentra con sus cantantes favoritos. Saludo y deseo un buen año a Mayra Andrade y Zizi Vaz, dos de mis voces preferidas.

Anochece y me voy a la Praça Dom Luis, frente a la marina. Allí hay un gran sobrado de color azul, el edificio que más me gusta de la ciudad, y que aprovecho para fotografiar con las luces del último anochecer del año.





Y una vez más, otro año se nos va. Para unos un año a borrar, para otros un año a recordar, y para muchos, simplemente, uno más.

Aquí en Mindelo, esta es una noche muy celebrada, yo creo que mucho más que en otras partes del mundo. Hoy el mindelense normalmente cena en casa, en familia. Los turistas lo hacen en los hoteles o en algún restaurante. Al acabar de comer todo el mundo se va hacia el puerto, donde tiene lugar a las 12 en punto, un espectáculo pirotécnico de alta calidad. Desde luego el más importante del país, y uno de los más célebres de Africa.


Eso sí, no dura más de 15 minutos. Al terminar, los más animados se pegan el primer baño del año, iluminados por bengalas rojas.

A partir de este momento la calle se abarrota. No cabe ni un alfiler. Todos se abrazan y se desean un feliz año. Se respira mucha alegría, fiesta y bailoteo, en medio de un ambiente sano y respetuoso. Además, esta noche, en la Rua de Lisboa, actúa una de las bandas más populares entre la juventud: Casav. 

A eso de las 3 me retiro al hotel. Desgraciadamente allí también sigue la fiesta. Me encierro en la habitación y me coloco los tapones de oreja que reducen un poco el volumen de la música. Pero los decibelios y los graves están tan por las nubes que los cristales retumban, los visillos se mueven y las ondas expansivas atraviesan mi cuerpo como si fuera una masa de gelatina. A pesar de todo, caigo rendido en 5 minutos.