Anavilhanas, Amazonia, Brasil.
(Antesdeayer me comunicaron por mail la triste noticia del fallecimiento de mi amigo el fotógrafo Paco Elvira del que aprendí muchas cosas. Este post va dedicado a ti, Paco)
No todas las islas de este mundo se encuentran en el mar. Algunas se hallan en los lugares más insospechados, como este grupo de 400 islotes, de nombre Anavilhanas, ubicado en pleno Río Negro, 200 km al oeste de Manaus, Brasil.
Anavilhanas es simplemente una de esas escasas y espléndidas joyas de nuestro planeta que permanecen perfectamente preservadas, gracias al gobierno brasileño que lo declaró Parque Nacional. Con 90 km de largo y 20 km de ancho, es el archipiélago de agua dulce más extenso del planeta.
Me hospedo en al Anavilhanas Jungle Lodge, un eco-hotel situado en la jungla a orillas del Río Negro. Llegué ayer procedente de Salvador de Bahía (por cierto, otra joya de la que os hablaré un día “aunque no sea una isla”), y tras una comida rápida me he apuntado al paseo en barca “de reconocimiento” de la zona que ofrece el lodge. Cristiano, el simpático guía de Guiana (es la primera persona que conozco de ese país) nos ha dirigido río arriba con su canoa, adentrándonos en los entresijos de esa maraña de islas rebosantes de vegetación emergente de un agua que, durante medio año, todo lo inunda. No tengo palabras para describir lo que he visto...pero sí alguna foto.
La sensación de grandiosidad y aislamiento ha sido máxima. Por suerte, este es un lugar apartado de toda actividad turística y no hemos oído ni visto un alma en todo el trayecto, sólo un sorprendente y extenso silencio.
(Antesdeayer me comunicaron por mail la triste noticia del fallecimiento de mi amigo el fotógrafo Paco Elvira del que aprendí muchas cosas. Este post va dedicado a ti, Paco)
No todas las islas de este mundo se encuentran en el mar. Algunas se hallan en los lugares más insospechados, como este grupo de 400 islotes, de nombre Anavilhanas, ubicado en pleno Río Negro, 200 km al oeste de Manaus, Brasil.
Anavilhanas es simplemente una de esas escasas y espléndidas joyas de nuestro planeta que permanecen perfectamente preservadas, gracias al gobierno brasileño que lo declaró Parque Nacional. Con 90 km de largo y 20 km de ancho, es el archipiélago de agua dulce más extenso del planeta.
Me hospedo en al Anavilhanas Jungle Lodge, un eco-hotel situado en la jungla a orillas del Río Negro. Llegué ayer procedente de Salvador de Bahía (por cierto, otra joya de la que os hablaré un día “aunque no sea una isla”), y tras una comida rápida me he apuntado al paseo en barca “de reconocimiento” de la zona que ofrece el lodge. Cristiano, el simpático guía de Guiana (es la primera persona que conozco de ese país) nos ha dirigido río arriba con su canoa, adentrándonos en los entresijos de esa maraña de islas rebosantes de vegetación emergente de un agua que, durante medio año, todo lo inunda. No tengo palabras para describir lo que he visto...pero sí alguna foto.
La sensación de grandiosidad y aislamiento ha sido máxima. Por suerte, este es un lugar apartado de toda actividad turística y no hemos oído ni visto un alma en todo el trayecto, sólo un sorprendente y extenso silencio.
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