

El agua y el cielo se funden, el horizonte ha desaparecido..

Unas horas después llegamos a la bahía de Karavostasis, en Folegandros. Afuera, algún que otro velero aguarda su turno para atracar.

En el pueblo costero de Karavostasis apenas se ve un alma.

Pero lo mejor todavía está por llegar. Cogemos el bus local que nos lleva hasta la población principal o Chora (que quiere decir "pueblo" en griego), un localidad totalmente peatonal llena de encanto. La parada del autobús está situada en un mirador. Asomamos la cabeza y nos quedamos atónitos ante la vista magnífica de los acantilados blancos desplomándose abruptamente hasta un mar infinito y azul.

Chora Folegandros está situado al borde del acantilado, a 200 m sobre el nivel del mar. Un camino serpenteante conduce hasta la iglesia de Panaghia, desde donde hay una vista excepcional del pueblo y del mar Egeo.

El pueblo es de lo más rústico, especial-mente en su zona medieval o Kastro, una reliquia del siglo XIII: calles estrechas y empedradas, casas blancas, geranios, buganvillas e hibiscus por doquier, plazas con tentadoras mesitas, gente local bebiendo su ouzo o tomando una matsata, especialidad de la isla a base de pasta acompañada de conejo o pollo.
Folegandros conserva todavía su originalidad, pero la isla se está convirtiendo en un destino muy "fashionable" y es de esperar que esta atmósfera no dure mucho tiempo más...así que si queréis ir, no os demoréis demasiado.


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