São Filipe, Fogo, Cabo Verde. Patrick, el francés de Lyon que regenta la Pensión Pedra Brabo, ofrece bajarme en su 4x4 a São Filipe, donde me alojaré las próximas tres noches. Salimos por la mañana, después del desayuno. Cada día baja a la capital a comprar. El trayecto dura una hora, tiempo suficiente para charlar un rato. Patrick se fue de Francia hace 15 años, estuvo primero en Praia y desde hace 11 regenta esta pensión a pie de volcán. Me asegura que nunca más vivirá en Francia.
En São Filipe me hospedo en la Pensión Beiramar, regentada por una pareja alemana. Se trata de un precioso y bicentenario sobrado, esa construcción típicamente portuguesa de dos pisos, con balcones y terrazas, pintada de color pastel. Aquí en São Filipe se encuentran los mejores ejemplos. Mi habitación es espaciosa y con un techo altísimo. Consta de dos dormitorios y un gran baño. Da a la plaza de la iglesia Nossa Senhora do Socorro. No puedo pensar en un lugar mejor para alojarme en esta preciosa villa colonial. Con el desayuno, el alojamiento me sale por 35 euros/día, una auténtica ganga para los estándares europeos.
Hoy es sábado y hay que aprovechar que es probablemente el único día de la semana donde hay música ao vivo. Sólo hay que buscarla.
Monika, la patrona, me informa que acostumbran a tocar en "el Cinema", una esplanada cerca del hotel Xaguate. Queda un poco lejos, pero allí estaré: por nada del mundo me perdería ese primer concierto en vivo de mi periplo por estas islas.
Y allí están. Son 4: un bajo, un guitarra, una cantante y...(cómo no!) un cavaquinho. Mis ojos se clavan rápidamente en los dedos y la técnica de éste último, pues llevo estudiándolo en Barcelona desde hace un año y la verdad es que no progreso todo lo que desearía. Me quedo maravillado de cómo el tipo marca el tempo de la canción con su instrumento. La mano derecha batuca siempre con la misma frecuencia: las cuerdas suenan tanto al bajar como al subir la púa. Pero la técnica radica en la mano izquierda, exactamente en el levantamiento de los dedos durante la batucada, que es lo que marca la característica cadenza caboverdiana. Me fijo, me fijo, y me vuelvo a fijar, y concluyo que me falta mucho, muchísimo para poder tocar así. Los cambios de acordes y el compás le salen de dentro, como cuando uno ya sabe ir en bici: no tienes que “pensar” en el equilibrio, el cuerpo lo va corrigiendo él solito.
De vuelta a la pensión me propongo que cuando regrese a Barcelona voy a practicar hasta la saciedad. Luis Fonseca de Mindelo me hizo uno de los mejores cavaquinhos caboverdianos que hay: un auténtico cavaquinho bau (cavaquinho). El es el que los hace para los músicos de Cesaria Evora y Cordas do Sol. No tengo excusa. A esa joya hay que sacarle todo el jugo posible.
En São Filipe me hospedo en la Pensión Beiramar, regentada por una pareja alemana. Se trata de un precioso y bicentenario sobrado, esa construcción típicamente portuguesa de dos pisos, con balcones y terrazas, pintada de color pastel. Aquí en São Filipe se encuentran los mejores ejemplos. Mi habitación es espaciosa y con un techo altísimo. Consta de dos dormitorios y un gran baño. Da a la plaza de la iglesia Nossa Senhora do Socorro. No puedo pensar en un lugar mejor para alojarme en esta preciosa villa colonial. Con el desayuno, el alojamiento me sale por 35 euros/día, una auténtica ganga para los estándares europeos.
Hoy es sábado y hay que aprovechar que es probablemente el único día de la semana donde hay música ao vivo. Sólo hay que buscarla.
Monika, la patrona, me informa que acostumbran a tocar en "el Cinema", una esplanada cerca del hotel Xaguate. Queda un poco lejos, pero allí estaré: por nada del mundo me perdería ese primer concierto en vivo de mi periplo por estas islas.
Y allí están. Son 4: un bajo, un guitarra, una cantante y...(cómo no!) un cavaquinho. Mis ojos se clavan rápidamente en los dedos y la técnica de éste último, pues llevo estudiándolo en Barcelona desde hace un año y la verdad es que no progreso todo lo que desearía. Me quedo maravillado de cómo el tipo marca el tempo de la canción con su instrumento. La mano derecha batuca siempre con la misma frecuencia: las cuerdas suenan tanto al bajar como al subir la púa. Pero la técnica radica en la mano izquierda, exactamente en el levantamiento de los dedos durante la batucada, que es lo que marca la característica cadenza caboverdiana. Me fijo, me fijo, y me vuelvo a fijar, y concluyo que me falta mucho, muchísimo para poder tocar así. Los cambios de acordes y el compás le salen de dentro, como cuando uno ya sabe ir en bici: no tienes que “pensar” en el equilibrio, el cuerpo lo va corrigiendo él solito.
De vuelta a la pensión me propongo que cuando regrese a Barcelona voy a practicar hasta la saciedad. Luis Fonseca de Mindelo me hizo uno de los mejores cavaquinhos caboverdianos que hay: un auténtico cavaquinho bau (cavaquinho). El es el que los hace para los músicos de Cesaria Evora y Cordas do Sol. No tengo excusa. A esa joya hay que sacarle todo el jugo posible.
Magnífic Xavi.... estic gaudint molt amb el viatge virtual a Cabo Verde. Gràcies!!!
ResponderEliminarEs tan divertido, fácil y emocionante poder acompañarte en este viaje. Poder ver lo que tus ojos, y porsupuesto tu cámara ven, aprender y acompañarte. Todo es muy parecido a lo que imagino en nuestras conversaciones, me encanta.
ResponderEliminarGracias a las dos; es un placer ver que hay gente que me sigue!
ResponderEliminar