Oban, Stewart Island, Nueva Zelanda. Muy cerca de Oban hay una islita de escasamente 3,5 km de largo y 270 ha de superficie, que tiene un especial interés ornitológico y botánico porque alberga aves que son raras o han desaparecido en el resto del país. Fue declarada "libre de ratas" en 1977, un aspecto absolutamente crucial para el equilibrio de la delicada fauna ornitológica de Nueva Zelanda. Como ella hay una docena esparcidas por el territorio del país, y algunas se pueden visitar.
Un pequeño taxi-boat me lleva desde Stewart a la isla en 10 minutos. Me deja en la "Post Office", una antigua oficina de correos en la playa:
A partir de allí tienes toda la isla para tí, para pasearla por los tres o cuatro senderos que hay y buscar tus especies preferidas o que no hayas podido ver en el resto del país porque son rarísimas o porque sencillamente ya desaparecieron.
Una de ellas es la petroica neozelandesa (Petroica australis o New Zealand Robin), que aquí en Stewart tiene su propia subespecie. Cuando te ve te sigue los pasos buscando los posibles gusanos que puedas levantar al pisar el suelo. Si te paras y rascas el suelo con un palo, se posa en tu bota o en el pantalón esperando que acabes para lanzarse como loca a la caza de los gusanillos.
En una de las playas de la isla me encuentro con un par de wekas (Gallirallus australis), un rascón áptero, es decir no volador, que tampoco muestra ningún pudor en acercarse hasta tocarte.
O el omnipresente mielero maorí (Anthornis melanura, o Bellbird), cuyo particular canto pone el sello a los bosques de todo el país.
Dicen que este es también un jardín botánico natural de características únicas. Yo no entiendo de plantas, pero los helechos de aquí son como palmeras que parecen sacados de una película de dinosaurios:
En Ulva hay dos o tres calas que invitan a quedarse todo el tiempo del mundo. Pero no, esta es una isla santuario y aquí no hay lugar para dormir.
Así que al cabo de 4 horas de paseo me vuelvo al taxi contento de haber avistado casi todas las especies que me faltaban (cada loco con su tema).
Un pequeño taxi-boat me lleva desde Stewart a la isla en 10 minutos. Me deja en la "Post Office", una antigua oficina de correos en la playa:
A partir de allí tienes toda la isla para tí, para pasearla por los tres o cuatro senderos que hay y buscar tus especies preferidas o que no hayas podido ver en el resto del país porque son rarísimas o porque sencillamente ya desaparecieron.
Una de ellas es la petroica neozelandesa (Petroica australis o New Zealand Robin), que aquí en Stewart tiene su propia subespecie. Cuando te ve te sigue los pasos buscando los posibles gusanos que puedas levantar al pisar el suelo. Si te paras y rascas el suelo con un palo, se posa en tu bota o en el pantalón esperando que acabes para lanzarse como loca a la caza de los gusanillos.
En una de las playas de la isla me encuentro con un par de wekas (Gallirallus australis), un rascón áptero, es decir no volador, que tampoco muestra ningún pudor en acercarse hasta tocarte.
O el omnipresente mielero maorí (Anthornis melanura, o Bellbird), cuyo particular canto pone el sello a los bosques de todo el país.
Dicen que este es también un jardín botánico natural de características únicas. Yo no entiendo de plantas, pero los helechos de aquí son como palmeras que parecen sacados de una película de dinosaurios:
En Ulva hay dos o tres calas que invitan a quedarse todo el tiempo del mundo. Pero no, esta es una isla santuario y aquí no hay lugar para dormir.
Así que al cabo de 4 horas de paseo me vuelvo al taxi contento de haber avistado casi todas las especies que me faltaban (cada loco con su tema).
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