Santa Maria, Ilha do Sal, Cabo Verde. Un paseo en coche por la isla de Sal da una idea de la africanidad de este lugar. Continuamente azotada por el viento procedente del Sahara, el interior muestra su carácter desértico y pobre con todo su esplendor. Sus cuatro volcanes sobresalen de un terreno plano y árido.
Al noroeste de Sal existe un rincón conocido como Buracona en donde hay una piscina natural formada por el agua de las olas atrapada en una bañera volcánica.
Aquí acostumbra a darse una gran concentración de gorriones de Cabo Verde (Passer iagoensis), un poco más pequeños que sus parientes europeos. La fuerza del viento casi no les permite mantenerse en tierra firme.
En medio de la isla se encuentra la población de Espargos, la capital administrativa de Sal. Con sus cerca de 7.000 habitantes, el pueblo reúne las escuelas, hospitales y bancos principales de la isla, pero no al turista que por aquí no se deja ver ni por asomo. Y no es de extrañar pues el sitio es francamente poco agraciado.
Mucho más encanto tiene la pequeña población de Palmeira, en la costa oeste. Allí lucen de nuevo los colores de las casas de pescadores.
Unos lugareños practican el "deporte nacional": el juego del ouril (o awalé en Africa continental) en el que se utiliza un tablero con 6 cavidades en cada lado y semillas del árbol ouril como fichas.
De vuelta a Santa María me paro en una de las múltiples playas desiertas del sur para tomar un baño. El color turquesa del agua de esta isla es inconfundible. Aquí, la arena dorada procedente del Sahara se mezcla con la arena negra de lava formando bellas ondulaciones bicolores.
Al tomar el coche de regreso un águila pescadora emprende el vuelo dispuesta a darse un banquete en alguna bahía cercana.
Al noroeste de Sal existe un rincón conocido como Buracona en donde hay una piscina natural formada por el agua de las olas atrapada en una bañera volcánica.
Aquí acostumbra a darse una gran concentración de gorriones de Cabo Verde (Passer iagoensis), un poco más pequeños que sus parientes europeos. La fuerza del viento casi no les permite mantenerse en tierra firme.
En medio de la isla se encuentra la población de Espargos, la capital administrativa de Sal. Con sus cerca de 7.000 habitantes, el pueblo reúne las escuelas, hospitales y bancos principales de la isla, pero no al turista que por aquí no se deja ver ni por asomo. Y no es de extrañar pues el sitio es francamente poco agraciado.
Mucho más encanto tiene la pequeña población de Palmeira, en la costa oeste. Allí lucen de nuevo los colores de las casas de pescadores.
Unos lugareños practican el "deporte nacional": el juego del ouril (o awalé en Africa continental) en el que se utiliza un tablero con 6 cavidades en cada lado y semillas del árbol ouril como fichas.
De vuelta a Santa María me paro en una de las múltiples playas desiertas del sur para tomar un baño. El color turquesa del agua de esta isla es inconfundible. Aquí, la arena dorada procedente del Sahara se mezcla con la arena negra de lava formando bellas ondulaciones bicolores.
Al tomar el coche de regreso un águila pescadora emprende el vuelo dispuesta a darse un banquete en alguna bahía cercana.
Es genial, y muy interesante para los que no podemos viajar y nos gusta tanto como el que suscribe las fotos. gracias por permitir ver lo que de otra forma hubiese sido imposible
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