Hokitika, South Island, Nueva Zelanda. Hoy ha sido un día básicamente de carretera: desde Collingwood (el extremo N de la Isla Sur) hasta Hokitika (en la costa oeste), un total de 431 km. Por suerte el primer tramo lo hago acompañado de una chica italiana que que he recogido en la carretera haciendo auto-stop. Muy interesante: lleva tres años fuera de casa, viajando por Australia y Nueva Zelanda, trabajando de vez en cuando. Tiene billete de vuelta para el 28 de febrero, y no tiene ningunas ganas de regresar al sistema. Cuando llegue a Italia se irá a vivir a una cabaña en un árbol. Hay gente para todo.
A medio tramo me paro en el lago de Rotoiti, dentro del Parque Nacional de Nelson Lakes. Allí he podido ver por primera vez un tui (Prosthemadera novaeseelandieae), ese pájaro tan curioso endémico del país que luce una especie de pajarita blanca y un collar de bridas.
El tramo final de Westoport a Hokitika transcurre por la costa oeste con vistas impresionantes que se suceden una detrás de otra.
Por suerte me he traído unos cuantos CDs de casa con lo que puedo escuchar mi música preferida en el coche: Cabo Verde, cómo no.
Cerca del paseo marítimo, las gaviotas plateadas neozelandesas (Larus scopulinus), endémicas del país, merodean siempre cerca de la gente esperando algún regalillo de los transeúntes. Es interesante observar su comportamiento, rebosante en signos de lenguaje corporal.
Hokitika está localizada en la playa, junto a la desembocadura del río del mismo nombre donde los buscadores de oro debieron de pasar innumerables horas filtrando arena. Por desgracia, su playa no es muy acogedora: arena gris, llena de troncos y aguas turbulentas. Por ahora, Nueva Zelanda no está destacando por sus playas, que digamos.
Al la mañana siguiente Francis ha preparado una estupenda y acogedora mesa de desayuno.
De repente, entre tostada y tostada, los edificios de afuera adquieren una luz excepcional. Le digo a Francis que salgo un momento a fotografiarlos y, contagiado del entusiasmo, me sigue él también con su cámara. Valía la pena la interrupción: fijaros qué luz. Ha durado 5 minutos escasos.
A medio tramo me paro en el lago de Rotoiti, dentro del Parque Nacional de Nelson Lakes. Allí he podido ver por primera vez un tui (Prosthemadera novaeseelandieae), ese pájaro tan curioso endémico del país que luce una especie de pajarita blanca y un collar de bridas.
El tramo final de Westoport a Hokitika transcurre por la costa oeste con vistas impresionantes que se suceden una detrás de otra.
Por suerte me he traído unos cuantos CDs de casa con lo que puedo escuchar mi música preferida en el coche: Cabo Verde, cómo no.
Exhausto tras tantas horas al volante llego a Hokitika a eso de las 6 de la tarde. El Bed & Breakfast que había reservado, el Teichelmann's, resulta ser una maravilla. Frances and Brian, los señores de la casa son muy agradables y super atentos. Me explican que la casa perteneció al montañero, fotógrafo y conservacionista Dr. Ebenezer Teichelmann y que la utilizaba como centro para consultas médicas de esta población en 1910. A mí me asignan la habitación Mary's room, que en su día fue la biblioteca de esta especie de ambulatorio.
Tengo hambre. Francis me aconseja ir a a cenar al Café de Paris, justo al lado de la casa. Qué gran consejo: ¡por fin comida buena!
Al acabar me doy una vuelta por el pueblo. Una vez más, su construcción me recuerda a los pueblos de las películas de vaqueros. Hay edificios curiosos que seguro reflejan una historia peculiar. Brian me explica que Hokitika fue fundada en 1864 y que fue la capital de la fiebre del oro de la isla. Acogió a nada menos que 20.000 buscadores de oro venidos de todas partes.
Tengo hambre. Francis me aconseja ir a a cenar al Café de Paris, justo al lado de la casa. Qué gran consejo: ¡por fin comida buena!
Al acabar me doy una vuelta por el pueblo. Una vez más, su construcción me recuerda a los pueblos de las películas de vaqueros. Hay edificios curiosos que seguro reflejan una historia peculiar. Brian me explica que Hokitika fue fundada en 1864 y que fue la capital de la fiebre del oro de la isla. Acogió a nada menos que 20.000 buscadores de oro venidos de todas partes.
Cerca del paseo marítimo, las gaviotas plateadas neozelandesas (Larus scopulinus), endémicas del país, merodean siempre cerca de la gente esperando algún regalillo de los transeúntes. Es interesante observar su comportamiento, rebosante en signos de lenguaje corporal.
Hokitika está localizada en la playa, junto a la desembocadura del río del mismo nombre donde los buscadores de oro debieron de pasar innumerables horas filtrando arena. Por desgracia, su playa no es muy acogedora: arena gris, llena de troncos y aguas turbulentas. Por ahora, Nueva Zelanda no está destacando por sus playas, que digamos.
Al la mañana siguiente Francis ha preparado una estupenda y acogedora mesa de desayuno.
De repente, entre tostada y tostada, los edificios de afuera adquieren una luz excepcional. Le digo a Francis que salgo un momento a fotografiarlos y, contagiado del entusiasmo, me sigue él también con su cámara. Valía la pena la interrupción: fijaros qué luz. Ha durado 5 minutos escasos.
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