Y no es para menos. Su historia es tan única como apasionante. Durante siglos, antes de la llegada de los occidentales, los rapa nui estuvieron esculpiendo y transportando enormes figuras de piedra que esparcían por toda su isla. Más de 600 se cuentan en la actualidad, y otras casi 400 a "medio acabar" en la cantera donde se tallaban, el volcán de Rano Raraku (foto)
Se cree que la producción de los moais comenzó en el siglo XII y duró hasta el XVII, cuando las guerras tribales internas acabaron repentinamente con su producción y provocaron su derrumbamiento en los templos o ahus.
Cuando uno visita la cantera del volcán Rano Raraku (justo en las espaldas del ahu Tongariki) se puede apreciar cómo los moais eran esculpidos directamente sobre la piedra. Allí perduran los restos a medio hacer y las cabezas esparcidas por aquí y allí.
Mucho más complicado y controvérsico es cómo transportaban semejantes piedras, a veces de hasta 20 m de largo y 80 toneladas de peso, por toda la isla hasta su destino final. Y eso no es todo. Quedaba por colocar el moño o pukau, una especie de gorro de 10 toneladas de peso hecho de piedra rojiza (2º moai en foto de abajo) que venía de otro volcán, el Puna Pau, a veces muy distante del templo ¿Cómo se lo colocaban al moai una vez erigido?
¿Y tanta energía y esfuerzo para qué? No se sabe a ciencia cierta el significado de los moais, pero se cree que representaban a los antepasados. Se colocaban siempre de espaldas al mar y de cara a la isla, para proteger a los habitantes de los malos espíritus marinos.
El templo o ahu principal es el Ahu Tongariki, restaurado en 1997. Hugo, un taxista de Hanga Roa, me lleva al lugar antes de que llegue el primer autocar de turistas. Resulta maravilloso encontrarse a solas con las 15 enormes estatuas mirando hacia el volcán, observándote con ese semblante misterioso, casi extraterrestre. Me vienen a la memoria secuencias de mi infancia cuando leíamos con mi hermano unos fascículos en donde el polémico escritor y conocido charlatán suizo Erik Von Däniken sostenía que estas estatuas fueron labradas y transportadas por seres de otros planetas.
Durante siglos los moais de Ahu Tongariki permanecieron tumbados y rotos en el suelo, fruto de las guerras tribales primero, y de un terrible tsunami después, en 1960, que los esparció a lo largo de más de 100 m. Tal era el estado de devastación de todo aquel complejo que durante muchos años se pensó que aquello no había quién lo restaurara, hasta que en 1997 llegaron los japoneses, con su expertise, sus grúas y sus 2 millones de $, y lo consiguieron. Si la enorme grúa japonesa ya tuvo dificultades para levantar alguno de esos moais, uno no puede dejar de maravillarse y preguntarse ¿cómo lo debieron lograr los rapas "a mano" hace siglos?
Quizás sí que con la ayuda de los extraterrestres...
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