Detwah Qalansiyah, Socotra. Hoy nos dirigimos hacia el oeste de la isla. Concretamente al pueblo pescador de Qalansiyah y su vecina laguna Detwah. Durante el trayecto disfrutamos de la originalidad del paisaje.
La mayoría de los habitantes de Socotra viven de la pesca o del pastoreo. La agricultura es prácticamente inexistente y los recursos escasos. Por ello la isla es mucho más pobre que el Yemen continental. Hoy, muchos de sus habitantes han tenido que emigrar a Emiratos Arabes Unidos, desde donde envían dinero a sus familias. Pero durante siglos tuvieron que subsistir por sí solos, apartados del resto del mundo. Para ello, desarrollaron leyes estrictas que garantizaban la continuidad y protección de sus recursos naturales: castigos a los que cortasen árboles vivos sin el permiso del consejo, creación de santuarios marinos, etc...
La modernización llegó en 1999, con la apertura del aeropuerto y la llegada de turistas tras siglos de aislamiento. También se asfaltaron algunas carreteras, se inauguró un puerto deportivo, se abrieron gasolineras, escuelas, y pequeños hoteles. Y tras la modernización, el riesgo: o bien Socotra se puede convertir en un santuario natural, un destino eco-turístico de primera clase mundial, o puede atraer a especuladores oportunistas que destrocen su encanto construyendo resorts y hoteles de lujo. Por suerte, la UNDP (United Nations Development Programme) trabaja estrechamente con el gobierno del Yemen desde 1996 para que prevalezca la primera opción.
En Qalansiyah vive una pequeña comunidad de pescadores. El lugar se encuentra un poco sucio y dejado, pero conserva su encanto. Las barcas en la playa se alternan con los alimoches que buscan los deshechos. Un pescador nos lleva a dar una vuelta en barca para ver los delfines que habitan en la zona.
Pero lo mejor estaba por llegar. Nos dirigimos a la playa de Detwah Qalansiyah, un banco de arena blanca, solitario, magnífico, donde pasaremos la noche en tiendas de campaña.
Este es quizás uno de los lugares más bellos en donde jamás haya dormido. La calma es absoluta y total. Solo vemos arena blanca, agua verde y montañas escarpadas. No hay nadie, solo nosotros acampados en medio de la naturaleza más pura, rodeados de cangrejos.
Los socotrís que nos acompañan son la gente más sana y simpática que uno puede imaginar. Siempre ríen. Siempre están alegres. Todo son facilidades. ¡Qué gusto!
Si queréis adentraros en Socotra sin coger el avión, os recomiendo el reciente libro de Jordi Esteva sobre la isla. Aquí os dejo un link que lo resume:
La mayoría de los habitantes de Socotra viven de la pesca o del pastoreo. La agricultura es prácticamente inexistente y los recursos escasos. Por ello la isla es mucho más pobre que el Yemen continental. Hoy, muchos de sus habitantes han tenido que emigrar a Emiratos Arabes Unidos, desde donde envían dinero a sus familias. Pero durante siglos tuvieron que subsistir por sí solos, apartados del resto del mundo. Para ello, desarrollaron leyes estrictas que garantizaban la continuidad y protección de sus recursos naturales: castigos a los que cortasen árboles vivos sin el permiso del consejo, creación de santuarios marinos, etc...
La modernización llegó en 1999, con la apertura del aeropuerto y la llegada de turistas tras siglos de aislamiento. También se asfaltaron algunas carreteras, se inauguró un puerto deportivo, se abrieron gasolineras, escuelas, y pequeños hoteles. Y tras la modernización, el riesgo: o bien Socotra se puede convertir en un santuario natural, un destino eco-turístico de primera clase mundial, o puede atraer a especuladores oportunistas que destrocen su encanto construyendo resorts y hoteles de lujo. Por suerte, la UNDP (United Nations Development Programme) trabaja estrechamente con el gobierno del Yemen desde 1996 para que prevalezca la primera opción.
En Qalansiyah vive una pequeña comunidad de pescadores. El lugar se encuentra un poco sucio y dejado, pero conserva su encanto. Las barcas en la playa se alternan con los alimoches que buscan los deshechos. Un pescador nos lleva a dar una vuelta en barca para ver los delfines que habitan en la zona.
Pero lo mejor estaba por llegar. Nos dirigimos a la playa de Detwah Qalansiyah, un banco de arena blanca, solitario, magnífico, donde pasaremos la noche en tiendas de campaña.
Este es quizás uno de los lugares más bellos en donde jamás haya dormido. La calma es absoluta y total. Solo vemos arena blanca, agua verde y montañas escarpadas. No hay nadie, solo nosotros acampados en medio de la naturaleza más pura, rodeados de cangrejos.
Los socotrís que nos acompañan son la gente más sana y simpática que uno puede imaginar. Siempre ríen. Siempre están alegres. Todo son facilidades. ¡Qué gusto!
Si queréis adentraros en Socotra sin coger el avión, os recomiendo el reciente libro de Jordi Esteva sobre la isla. Aquí os dejo un link que lo resume:
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