Praslin, Seychelles. Aparte del maravilloso Vallée de Mai con sus cocos de mer, Praslin esconde muchos más tesoros. Hoy me alquilo un coche y me la recorro de cabo a rabo.
En la costa oeste y sur abundan las playas de arena blanca, con vistas a las vecinas islas de Cousin y Cousine...vamos, primo y prima en nuestra lengua.
En el norte destacan la playa de Anse Takamaka (abajo) y la de Anse Possession (foto del inicio), ambas con la isla Curieuse de telón de fondo.
La carretera acaba en un pequeño promontorio de 300 m de altura, donde hay unas antenas de radio, y desde donde se divisan buena parte del archipiélago: Mahé, Silhouette, Curieuse, Aride, La Digue... A mi alrededor, me acompañan multitud de grandes acacias.
En la costa este se encuentra un excelente hotel Relais & Châteaux de 4 estrellas, el Château des Feuilles, situado en las alturas, en medio de una vegetación exuberante y con una decoración exquisita. Sucumbo ante la tentación de albergarme una noche en él. Su jacuzzi con vistas a La Digue resulta, sencillamente, irresistible.
Ante tanto bienestar, uno duda entre seguir visitando la isla o quedarse todo el día disfrutando de las instalaciones del hotel. Al final opto por lo segundo. Al fin y al cabo la isla es muy pequeña y todavía me quedan dos días por delante. ¡Qué caramba, tanto coche y tanta foto! Sólo se vive una vez ¿no?
En la costa oeste y sur abundan las playas de arena blanca, con vistas a las vecinas islas de Cousin y Cousine...vamos, primo y prima en nuestra lengua.
En el norte destacan la playa de Anse Takamaka (abajo) y la de Anse Possession (foto del inicio), ambas con la isla Curieuse de telón de fondo.
La carretera acaba en un pequeño promontorio de 300 m de altura, donde hay unas antenas de radio, y desde donde se divisan buena parte del archipiélago: Mahé, Silhouette, Curieuse, Aride, La Digue... A mi alrededor, me acompañan multitud de grandes acacias.
En la costa este se encuentra un excelente hotel Relais & Châteaux de 4 estrellas, el Château des Feuilles, situado en las alturas, en medio de una vegetación exuberante y con una decoración exquisita. Sucumbo ante la tentación de albergarme una noche en él. Su jacuzzi con vistas a La Digue resulta, sencillamente, irresistible.
Ante tanto bienestar, uno duda entre seguir visitando la isla o quedarse todo el día disfrutando de las instalaciones del hotel. Al final opto por lo segundo. Al fin y al cabo la isla es muy pequeña y todavía me quedan dos días por delante. ¡Qué caramba, tanto coche y tanta foto! Sólo se vive una vez ¿no?
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