Llegué a las Terrenas ayer a altas horas de la madrugada, tras un interminable y agotador trayecto de 4h en guagua desde el aeropuerto de Santo Domingo. Destrozado por el viaje en avión y el desbarajuste horario, intento dormir en el asiento trasero pero los disco-cars me despiertan cada 5 minutos con el sonido estridente de la música merengue: todo el país está de juerga, no hemos pasado por una población en donde no se oyera el odioso ballenato. Para colmo, cuando faltaba poco para llegar, la guagua deja de funcionar y se queda clavada en medio de una carretera donde no pasa nadie y donde la única luz es la de la luna llena. Al cabo de una hora, todavía no sé cómo, el conductor logra reparar la avería y finalmente llegamos a Las Terrenas.
Me alojo en el hotel Oasis, regen-tado por José María, un espa-ñol. Las instalaciones están bien, tranquilas y con abundante vegetación. Fuera, en las calles de Las Terrenas, el asunto es muy diferente: tráfico de motos atiborradas de gente, coches destartalados, boogies, gente a mansalva, disco-cars con la música a toda castaña....Ay que me parece que no era lo que buscaba.
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