Limassol, Chipre. A principios de este milenio tenía lugar en Limassol, Chipre, un congreso de química médica al cual tenía el privilegio de asistir. Las ponencias se acababan el viernes por la tarde con lo que uno disponía del fin de semana para volverse a casa o hacer turismo. Yo, ni que decir tiene que elegía siempre lo segundo.
Chipre ocupa un enclave estratégico muy importante del Mediterráneo. Es por eso que las diferentes pueblos se la han ido sorteando a lo largo de los siglos: primero fue habitada por micénicos, fenicios, griegos, egipcios, asirios y persas, hasta que Alejandro Magno la reconquistó en el año 331 aC para devolverla a los griegos.
Luego, en el año 57 aC pasó a manos de los romanos, y más tarde fue visitada por San Pablo y San Bernabé. Tras la caída de Roma pasó a ser bizantina, luego árabe, luego veneciana, luego turca y, finalmente en 1878, británica, donde permaneció bajo su dominio hasta 1960, año que obtuvo, por fin, la independencia.
Pero a Chipre todavía le quedaba una sorpresa...bueno...dos. La primera es que en 1974 un ejército de 30.000 soldados turcos toma la parte norte y la declara unilateralmente República Turca del Norte de Chipre, un país no reconocido por nadie. Desde entonces la isla está dividida en dos. Chipre forma parte de la Comunidad Europea desde 2004.La segunda sorpresa es mucho más reciente (hace ahora justo un año), cuando Chipre pide formalmente el rescate económico para hacer frente a su grave crisis financiera provocada -dicen- por la crisis griega. A partir de ahí, todos más o menos conocemos el resto del episodio.
Pero en 2000, cuando yo estaba por allí, Chipre era una maravilla de país: tranquilo, turístico, con mucho inglés y mucho ruso que invertían su dinero negro a sus anchas. Pero bueno, yo no sé de política, así que me cerniré a mis fotitos para no meterme el líos.
Limassol, donde se celebraba el congreso, es una ciudad costera bastante fea, con edificios de un gusto nefasto, y sin pintar. Me alquilo un coche y me voy bordeando la costa hacia el oeste. Tras pasar la península de Akrotiri, donde hay una base militar inglesa y donde reina la bandera británica por todas partes (!), llego al mirador de la Roca de Afrodita, ahora sí, de una belleza espectacular.
Dice la leyenda que aquí, en la Roca de Afrodita, o petra Tou Romiou, nació la famosa diosa del amor, lujuria, belleza, sexualidad y reproducción, a partir de los genitales del dios Urano, cortados y lanzados al mar por su hijo Saturno (esa gente era muy mala...). Según el mito, sus "partes" formaron un nuevo ser entre la espuma y el mar, que fue llevado hasta la superficie en una enorme concha marina. No he encontrado ninguna foto que lo acredite, pero sí un cuadro que todo el mundo conoce.
Si queréis saber más de la vida sexual de Afrodita, podeís leer este corte-y-pega de la wiki. Resulta increíble la capacidad de invención de los griegos clásicos:
Debido a su inmensa belleza, Zeus temía que Afrodita fuera la causa de violencia entre los otros dioses. Por ello la casó con Hefesto, el severo y malhumorado dios del fuego y la fragua. Otra versión de esta historia cuenta que Hera, la madre de Hefesto, lo arrojó del Olimpo al considerarlo feo y deforme. Éste obtuvo su venganza atrapándola en un trono mágico y exigiendo a cambio de su liberación la mano de Afrodita. Hefesto estaba contentísimo de haberse casado con la diosa de la belleza y forjó para ella hermosa joyería, incluyendo el cesto, un cinturón que la hacía incluso más irresistible para los hombres.
La infelicidad de Afrodita con su matrimonio hizo que buscase la compañía de otros, normalmente Ares, pero también Adonis. Hefesto fue informado del adulterio que su esposa mantenía con Ares por Helios. Como venganza, atrapó ingeniosamente a Ares y Afrodita con una red de finas cadenas que había dispuesto sobre el lecho para que cayeran al más mínimo contacto. Entonces llamó a todos los demás dioses olímpicos para burlarse de ellos (sin embargo, «las diosas se quedaron en casa, todas por vergüenza»); algún dios desenfadado comentó que no le habría importado sentir tal vergüenza. Hefesto no los liberó hasta que Poseidón le prometió que Ares pagaría desagravios, pero ambos escaparon tan pronto como levantó la red y no mantuvieron su promesa.
Seguramente mañana ya no os acordaréis de nada de toda esta historia...pero espero que sí quede en vuestra memoria la belleza de ese lugar
No hay comentarios:
Publicar un comentario