Aldeia da Cuada, Flores, Azores. Ya estoy en Flores, la alejada y apartada Flores, al oeste del archipiélago de las Azores.
Me alojo en una casa de un conjunto rural en plena naturaleza. Se trata de Aldeia da Cuada, un grupo de 14 casas de piedra, al oeste de la isla, que han sido cuidadosamente restauradas para el turismo. La mía se llama Casa do Jose Maria. Tiene 3 dormitorios, sala de estar, cocina y baño. Vamos...que no me la acabo. Aquí no hay restaurante, o sea que deberé ir al colmado; al menos, para lo del desayuno.
El patrón me dice que hay 5 casas ocupadas, pero no se ve ni se oye a nadie. Y fuera está nublado. Son pasadas las 6 de la tarde y me siento muy solo.
A veces buscamos la soledad y la tranquilidad a toda costa, y cuando la encontramos, como en esta isla-apartada-del-mundo que es Flores, no sabemos muy bien cómo gestionarla.
Para no caer en depresión profunda, decido ir a Fajãzinha, el pueblecito de arriba, a cenar a un restaurante frente al mar que se llama Pôrt-do-Sol. Por suerte el local está animado: a mi lado una mesa ocupada por una familia, y un poco más allá, un grupo grande de jóvenes, todos de Flores. Me dedico a observarlos, uno de mis pasatiempos preferidos cuando viajo...¿qué cómo es el floresino? Pues sólo tengo buenas palabras: gente muy educada, hablan bajo, visten bien, con un cierto look italiano, conversan sobre temas interesantes...vamos, "igualito que el español"...
Fuera hay un precioso drago, probablemente centenario. La savia de los dragos es la única de color rojo de todo el reino vegetal. Se la conocía antiguamente como “sangre de drago” y se utilizaba para elaborar tintes y barnices.
He leído en algún sitio que ésta es la punta más occidental de Europa, pero al final...¿qué es Europa? ¿Canarias es también parte de Europa? A nivel administrativo sí, pero es que entonces también lo son Martinica o la Guyana...o La Reunión, en medio del Indico. Ahí queda eso.
Hoy, el horizonte marino va subiendo poco a poco hasta ocultar el sol que permanece impávido en el espacio.
Me alojo en una casa de un conjunto rural en plena naturaleza. Se trata de Aldeia da Cuada, un grupo de 14 casas de piedra, al oeste de la isla, que han sido cuidadosamente restauradas para el turismo. La mía se llama Casa do Jose Maria. Tiene 3 dormitorios, sala de estar, cocina y baño. Vamos...que no me la acabo. Aquí no hay restaurante, o sea que deberé ir al colmado; al menos, para lo del desayuno.
El patrón me dice que hay 5 casas ocupadas, pero no se ve ni se oye a nadie. Y fuera está nublado. Son pasadas las 6 de la tarde y me siento muy solo.
A veces buscamos la soledad y la tranquilidad a toda costa, y cuando la encontramos, como en esta isla-apartada-del-mundo que es Flores, no sabemos muy bien cómo gestionarla.
Para no caer en depresión profunda, decido ir a Fajãzinha, el pueblecito de arriba, a cenar a un restaurante frente al mar que se llama Pôrt-do-Sol. Por suerte el local está animado: a mi lado una mesa ocupada por una familia, y un poco más allá, un grupo grande de jóvenes, todos de Flores. Me dedico a observarlos, uno de mis pasatiempos preferidos cuando viajo...¿qué cómo es el floresino? Pues sólo tengo buenas palabras: gente muy educada, hablan bajo, visten bien, con un cierto look italiano, conversan sobre temas interesantes...vamos, "igualito que el español"...
Fuera hay un precioso drago, probablemente centenario. La savia de los dragos es la única de color rojo de todo el reino vegetal. Se la conocía antiguamente como “sangre de drago” y se utilizaba para elaborar tintes y barnices.
He leído en algún sitio que ésta es la punta más occidental de Europa, pero al final...¿qué es Europa? ¿Canarias es también parte de Europa? A nivel administrativo sí, pero es que entonces también lo son Martinica o la Guyana...o La Reunión, en medio del Indico. Ahí queda eso.
Hoy, el horizonte marino va subiendo poco a poco hasta ocultar el sol que permanece impávido en el espacio.
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