Jardín Tecina, La Gomera, Islas Canarias. Mi verdadero destino en 1992 no era Tenerife sino La Gomera, la segunda isla más pequeña de las Canarias. Por aquel entonces, La Gomera todavía no tenía aeropuerto y sólo se podía acceder a ella en ferry. Eso le daba un aire más tranquilo y, seguramente, menos turístico. Me alojé en el Hotel Jardín Tecina, un lugar privilegiado, ubicado sobre un acantilado, a cuya playa de arena negra se accedía en un ascensor cavado en la roca.
El enorme y frondoso jardín del hotel era de lo más exuberante, y sus buganvillas omnipresentes.
La mejor manera de conocer la isla es alquilando un coche. Ese día, el bosque de laurisilva estaba cubierto de niebla y el parque nacional de Garajonay no ofrecía mucho interés fotográfico. Aún así, una ermita solitaria apareció un instante de entre la niebla:
El enorme y frondoso jardín del hotel era de lo más exuberante, y sus buganvillas omnipresentes.
La mejor manera de conocer la isla es alquilando un coche. Ese día, el bosque de laurisilva estaba cubierto de niebla y el parque nacional de Garajonay no ofrecía mucho interés fotográfico. Aún así, una ermita solitaria apareció un instante de entre la niebla:
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