sábado, 24 de marzo de 2012

Un paseo por Flores

Aldeia da Cuada, Flores, Azores. Esta isla es deliciosamente bella. Hoy lo dedico a recorrerla entera en coche.
Desde Cuada, la carretera asciende primero hacia los lagos volcánicos del interior: caldeira branca y caldeira funda. Las vistas y la tranquilidad que se respira aquí arriba parecen sacadas de otro mundo. Es viernes santo de 2009 y no veo ni un solo turista.

Atravesando la reserva natura forestal de Morro Alto se llega a la localidad de Ponta Delgada, en la costa. A lo lejos, la pequeña y todavía más aislada isla de Corvo muestra su perfil rodeado de misterio.


Un poco más al este, en la mismísima punta y en medio de prados verdes y vacas, se encuentra el faro de Albamaz.

Una vez en la parte sur, me acerco hasta la villa costera de Lajes das Flores, pequeña y rural. Luego prosigo por Lajedo y Mosteiros, al oeste, donde las formaciones volcánicas surgen de repente de entre la vegetación en forma de altas y prismáticas columnas basálticas. Es la Rocha dos Bordoes, una impresionante formación geológica única en las Azores.


Desde Mosteiros hay un par de miradores hacia la costa oeste de la isla con amplias vistas que invitan a la meditación.

Al atardecer, me acerco hasta la costa para presenciar una última puesta de sol atlántica: esta vez en Faja Grande.

Una vez de noche, se oyen maullidos... muchos maullidos. Provienen de las rocas. No son los gatos, son las pardelas cenicientas o cagarros como las llaman aquí, que acuden a tierra para alimentar a sus crías tras de un largo día pelágico.

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