Bird Island, Seychelles. A 100 km al norte de Mahé emerge una mota de arena blanca en medio del océano turquesa donde las aves marinas se aparean tranquilamente. Se trata de Bird Island, o isla de los pájaros, de tamaño tan pequeño que toda ella entra en la foto desde el avión.
En Bird, el bueno de George y su mujer Margaret regentan desde 1976 el Bird Island Lodge, un conjunto de 24 bungalows muy básicos, sin TV, ni aire acondicionado, ni piscina, ni teléfono, ni nada que pueda molestar a los auténticos nativos de la isla, las aves.
Bird es un santuario para las aves. No hay mucha variedad de especies, pero sí destaca el tamaño de sus poblaciones. La tiñosa (noddy en inglés), ese charrán oscuro de plumaje suave, se encuentra por todas partes, incluso en las barandas de los bungalows, haciéndote compañía por las noches. En la playa, les gusta posarse en la arena coralina, poniendo ese sello inconfundible del lugar.
También conviven en la isla multitud de parejas de charrán blanco (Gygis alba), de plumaje uniformemente albino con un gran ojo negro. Acostumbran a desplazarse en pareja. En vuelo, recuerdan a un par de hadas sacadas de los cuentos para niños. Tanto es así que en inglés reciben el nombre de fairy tern, o charrán de las hadas.
En la parte norte de la isla hay una explanada donde acuden a dormir cientos de miles de charranes sombríos (Sterna fuscata) cada noche. Es un espectáculo ensordecedor, no apto para aquellos alérgicos a la película Los Pájaros de Hitchcock.
La vida en la isla transcurre pacíficamente, rodeado de naturaleza en su más pura expresión. Pero no sólo acompañan los pájaros. En uno de mis paseos me encontré cara a cara con Esmeralda, la tortuga gigante más vieja del mundo, con 170 años de edad. Esmeralda ostenta este título desde 2006, año en que murió en India la matusalénica Adwaita, a sus 255 años de edad.
En Bird, el bueno de George y su mujer Margaret regentan desde 1976 el Bird Island Lodge, un conjunto de 24 bungalows muy básicos, sin TV, ni aire acondicionado, ni piscina, ni teléfono, ni nada que pueda molestar a los auténticos nativos de la isla, las aves.
Bird es un santuario para las aves. No hay mucha variedad de especies, pero sí destaca el tamaño de sus poblaciones. La tiñosa (noddy en inglés), ese charrán oscuro de plumaje suave, se encuentra por todas partes, incluso en las barandas de los bungalows, haciéndote compañía por las noches. En la playa, les gusta posarse en la arena coralina, poniendo ese sello inconfundible del lugar.
También conviven en la isla multitud de parejas de charrán blanco (Gygis alba), de plumaje uniformemente albino con un gran ojo negro. Acostumbran a desplazarse en pareja. En vuelo, recuerdan a un par de hadas sacadas de los cuentos para niños. Tanto es así que en inglés reciben el nombre de fairy tern, o charrán de las hadas.
En la parte norte de la isla hay una explanada donde acuden a dormir cientos de miles de charranes sombríos (Sterna fuscata) cada noche. Es un espectáculo ensordecedor, no apto para aquellos alérgicos a la película Los Pájaros de Hitchcock.
La vida en la isla transcurre pacíficamente, rodeado de naturaleza en su más pura expresión. Pero no sólo acompañan los pájaros. En uno de mis paseos me encontré cara a cara con Esmeralda, la tortuga gigante más vieja del mundo, con 170 años de edad. Esmeralda ostenta este título desde 2006, año en que murió en India la matusalénica Adwaita, a sus 255 años de edad.
Esmeralda y yo estuvimos un buen rato juntos, solos, mirándonos a los ojos. Yo intentaba sonsacarle algún secreto, alguna historia. Seguro que recordaba hechos memorables. Ella vio brillar la primera bombilla, escuchó el primer telégrafo, vivió la publicación de la teoría de Darwin, y las novelas de Dickens, y las teorías de Marx, la guerra civil americana, y la creación de la tabla periódica, y el descubrimiento de la leyes de Mendel, las vacunas de Pasteur, y la penicilina, sobrevivió dos guerras mundiales, vio nacer y morir a Einstein, Van Gogh, Picasso, García-Lorca, y a tantísimos otros... Pero Esmeralda se limitaba a mirarme a los ojos, con expresión triste. Parecía cansada.
Tras dos días de tranquilidad y convivencia con los animales de Bird Island, llega el momento de volver a la civilización. George y Margaret vienen a despedirme a la misma pista de aterrizaje. La pequeña avioneta me depositará dentro de un rato en la isla principal, Mahé. Mañana un gran avión de Air France me llevará de vuelta a España.
Tras dos días de tranquilidad y convivencia con los animales de Bird Island, llega el momento de volver a la civilización. George y Margaret vienen a despedirme a la misma pista de aterrizaje. La pequeña avioneta me depositará dentro de un rato en la isla principal, Mahé. Mañana un gran avión de Air France me llevará de vuelta a España.
Bonita entrada la de hoy, y bonitas fotos de la tiñosa; un ave preciosa por cierto. Estamos cerca de Madagascar, no? ;-)
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