
El Passat, una antigua goleta holandesa de 1911, de 60 m de eslora, dos mástiles, todo de madera, tenía un aspecto inmejorable. La tripulación incluía capitán (Peter, holandés), dos chicas de Trinidad que se encargarían de la cocina y la limpieza, y el hijo de una de ellas, el travieso de Kenneth.

Rendez-vous a las 17h, en el café Coco-Loco de Fort-de-France, en Martinica. Subida a bordo y cocktail de bienvenida para conocer a los compañeros de viaje. Sorpresa, tres chicas catalanas. El resto: una madre e hija alemanas, una pareja de holandeses y una señora también holandesa. En total 9 pasajeros. Ideal: poca gente, cero lujo, y viento en popa.
Esa primera noche la pasamos amarrados en en el puerto de de Fort-de-France. A la mañana siguiente partiríamos para Santa Lucía. Al atardecer, algunos hambrientos lugareños nos vienen a dar la despedida.
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